Archivo de la categoría: Textos críticos

Textos críticos de diversos autores sobre la obra del artista.

EL ARTE DE LEOPOLDO EMPERADOR: del drama espacial a la esencia del hierro

Jonathan Allen.

            A primera vista la obra de Leopoldo Emperador parece tener dos claras mitades, dos zonas fundamentales que podrían interpretarse como excluyentes. En primer lugar, están los sutiles experimentos con los flourescentes y el neón de los años 80, que desembocan en instalaciones de complejos significados superpuestos, creando una peculiar sobre­carga de la expresión multimedia en Canarias. Por otra parte, tenemos la evolución es­cultórica del creador, una escultura que renueva su estética y supone cierta ruptura con todo lo que había nutrido su carrera artística hasta entonces, y que se podía considerar vanguardia canaria de los 70 y 80. A finales de los 80 y principios de los 90 Emperador nos sorprende con un golpe de timón al presentar en el CIC su escultura esencialista y africa­na, sígnica y primitivista en la acepción que lo primitivo ha desarrollado en la sofisticada cultura de la vanguardia clásica de este siglo. La voluntad de concretar en hierro y acero su metamórfico universo estilista se contrapone al impulso dramático que le condujo a realizar instalaciones frágiles y sutiles, actualmente desaparecidas en gran parte, conser­vada únicamente la memoria de su existencia mediante la fotografía. Ligereza, plastici­dad, ductilidad son algunas de las cualidades que siempre caracterizan el arte de Empe­rador, además de una polivalencia del símbolo y del signo, sea en pintura, instalación, objetos o esculturas, una natural tendencia aglutinadora de significados.

Albero. 1981. Neón y almagre. Colección particular. Las Palmas.

            Quizás como pocos Emperador pudo flexibilizar un producto industrial para aplicarlo a la estética. Hablo de su grafía y escultura en neón, que casi siempre se combi­naba con elementos naturalistas, generando misteriosas estampas de lo natural y lo in­dustrial, fusionando estados de la materia antitéticos que provocaban reflexiones sobre nuestros conceptos culturales de la naturaleza y la civilización. Basquetto de 1979 pre­sentaba un bosque esquemático, donde el árbol era sustituido por verticales neones, auras naturales que resplandecían en un suave ambiente de luz azul fría. Emperador for­zaba así una idea ecológica a partir de un producto futurista y vanguardista en términos de tecnología, el neón o el tubo fluorescente. Contrasta inmediatamente el uso plástico y expresionista de la luz artificial que hace Emperador con la hierática escultura de Dan Flavin, que monumentalizaba el fluorescente en el espacio purista y puritano del minimal. (Citemos como ejemplo el Homenaje a Tatlin para irnaginarmos esta monumentali­dad que Flavin creaba y que servía de “puente” entre grandes vanguardias). Otra composición oscuro-lumínica de Emperador de 1982 nos muestra una serie ascendente de números iluminados rematados por una línea de ramas secas. La piel curtida, la hojarasca, la tierra dentro de cajas pequeñas, toda esta manipulación simbólica de la natura­leza en sus instalaciones generaba una atrayente melancolía, un curioso destiempo en­tre capacidad natural y talento mecánico, una arritmia entre el mundo natural y la civili­zación del avance hiper-tecnológico. Esta melancolía ambiental de aquella década posee ahora una sorprendente relevancia, ya que lo que hizo Leopoldo entonces es completa­mente integrable en la llamada instalación pos-ecológica, que incita nuestra reflexión mediante el guiño teatral y la contradicción artificial. Este reciente alarde del arte me­dioambiental comprometido precisamente fuerza colisiones entre lo natural y lo urba­no para hacernos recordar que nuestra percepción de la Tierra sólo existe en Occidente como proceso filtrador, como concepto alterado por las condiciones materiales del hombre-prótesis de Jacques Attali. El hombre adaptado a la comodidad de la comunica­ción que ha convertido el uso de las máquinas en segunda naturaleza corporal.

Impactantes y mas liberadoras fueron las Electrografías de los 80, dibujos en luz sobre paredes, bien en “blanco y negro”, o sino formando divertidos garabatos geomé­tricos de color. Emperador llegaba a la maestría técnica con el neón, utilizándolo con absoluta fluidez, dibujando en vacío sin causar en el espectador una sensación de angustia o pavor. Lucio Fontana nos acostumbró a la raja que cortaba la piel del cuadro y transpa­rentaba el vacío, y en este caso, toda la superficie de la obra era un tenso espacio perfora­do, succionado por la subyacente oscuridad del vacío. Nuestro artsta, al usar luz de ga­ses inertes le imprimió calor e intensidad a unos gestos perdidos y vacíos, efimeros y dé­biles, impregnados de lírica emoción. Las Electrografías manifestaban la agilidad sígnica del artista, su proclividad al dibujo elemental y primitivista.

La postrera etapa de los neones fue su incorporación diletante a las instalaciones de las Mesas; como elementos compositivos y de realce tridimensional. El efecto es de un dibujo en el espacio, a la vez virtual, porque lo crea el neón literalmente y, ficticio, ya que tal dibujo es por definición imposible, y portanto mera ilusión. Utilizaba como pieza central una mesa de cristal con forma isósceles muy angulosa. Sobre el suelo esparcía platos con naranjas, desestructurando así la tradición clásica de la composición, decons­truyendo una naturaleza muerta y añadiéndole una misteriosa, vibrante presencia, el espíritu y el calor real de la luz artificial.

            De las Mesas cabe destacar, a modo de hilo conector, el triángulo del artista, un isósceles que le sirve para representar las caras siniestras y totémicas de Las Cucañas, y que después aparece en los I\A-àNlMlS como motivo geométrico estructural. En un sin­guIar cuadro de técnica mixta, el isósceles es una especie de paisaje conceptual, una me­sa donde encontranos una timida y solitaria palmera roja en uno de los vértices, una re­ducción a escala doméstica del mundo natural canario, que actúa como reflejo de aque­llos enigmáticos Bosquettos, aislados microbosques. El cuadro es una extensión de la mesa como pieza central de la instalación antes referida, aunque en soporte plástico pierde su cristalina claridad para quedar encajada en un fondo matérico de grises, azules y negros. La pastosa, atormentada materiade los cuadros es chocante cuando pensamos en los límpidos ambientes luminicos de Emperador, y en sus espigados Alberos, nítidas esculturas verticales de neón. Sin embargo, la materialidad de su pintura es uno de los aspectos del ascendente que sobre su personalidad tiene la Naturaleza, lo que le lleva a una perpetua recreación de lo telúrico, de la afirmación de yo biológico que en la concepción artística se contrapone a su idealismo vanguardista. Esto es importante tenerlo en cuenta a la hora de aproximamos al carácter de su escultura, que es orgánica, y que responde a una pulsión naturalista. Las fusiones de lo animal, lo urbano y lo tecnológico quedan plasmadas simbólicamente en una obra de gran fuerza conceptual: My Lave WaundedDead, de 1983, un triangulo, (otra vez), penetrado y transido por una flecha de neón. La piel atravesada del animal.

Creo que la eclosión escultórica de Emperador y su actual forcejeo con el hierro y el acero es, sencillamente una faceta mas de una teoría que él ha implantado en su arte, la del Oekoumene, o el concepto abstracto del territorio geográfico humano. Su instala­ción Oekoumene, junto con Hacia elParadigma, es una de sus principales creaciones estético-conceptuales. La escultura orgánica de Emperador es notablemente africa­na en su técnica de ensamblaje, en su gestualidad sígnica espontánea, en los rasgos semi­antropomórficos ya evidentes en las pinturas de Las Cucañas. La instalación Oekoume­ne nos ofrecía un derruido muro de adobe, sobre arena rubia iluminada por una luz ana­ranjada y desértica. Oekoumene introducía el Sur como postura vital en el arte de Em­perador, antes tan urbano y europeo. Homenajeaba en la instalación mediante una to­rreta abovedada la precaria arquitectura del sur gran canario, los conos de los tomateros, y buscaba en todo momento, una especie de simbiosis entre Egipto y Canarias, entre valores de la pobreza. Asentaba una línea estética válida para dos mundos paralelos, ideal y conceptualmente fusionados. Fue una explosión de esencialidad, que sin embar­go no renunciaba a cierto decorativismo pop, con una frase en neón verde claro sobre el melancólico muro.

Superficialmente hay quien dirá que la obra escultórica de Leopoldo Emperador a comienzos de los 90 es sencillamente una variación tematica, una diversificación, un registro más de su compleja personalidad artística. Sin duda, esta dedicación al hierro en el artista obedece en parte a un sentimiento de frustración personal con respecto a las posibilidades de la instalación y proyectos multimedia en Canarias, dado que nuestra sociedad es aún muy reacia a tomarse en serio las instalaciones, a entrar en sus peculiares teatros simbólicos, a la vez refinados y elementales. Forjar y cortar el metal es una ima­gen e idea opuesta a la sutil torsión de los tubos de neón, o a las grafías eléctricas. Para ahondar en su relación con el metal, el artista ha escogido el medio rural deArucas,y un entorno aún privilegiado de este municipio. Su trabajo se realiza al aire libre, en un contacto no siempre frecuente entre los escultores contemporáneos y la naturaleza.

            En 1990 lanza la serie NA-àNIMI, criaturas a caballo entre el objet trouvé y  la es­cultura jagalista africana mas reciente, (que no deja de ser una evolución más de la poéti­ca del objeto encontrado). Para estas efigies de aspecto radical, líneas cortantes y planos superpuestos, se ha reciclado viejas partes mecánicas, mientras el escultor ha dibujado otros volúmenes con planchas de corte recortadas. La imagen de los NA-àNlMIS es de un assemblage dinámico, de una intensa combinación de piezas semi-geométricas, impi­diéndonos designarlas puramente como abstractas ya que encierran una energía figura­dora fundamental. Tal figuración sobresale en determinadas formas, como los peines cuadrados, grupos de aristas o patrones con base rectangular. El arco, y el radial son for­mas también características. Los NA-àNIMIS tienen una rigidez particular, que parece negar la plenitud del volumen escultórico, puesto que lo esférico y lo sinuoso queda excluido. El primitivismo que esgrime en la serie es fálico y agresivo, aunque estos objetos ensamblados no carecen de cierta semejanza futurista, y de un dinamismo vanguardista formalista. Todo ello nos hace ponderar la transgresora potencia del ritmo, el movi­miento y la forma vista y sentida en su totalidad más purista.

Na-ÀNIMI V. 1997. Acero. Colección privada. Las Palmas.

Este aire futurista vuelve a darse en Naturaleza Muerta de1991, donde el aspec­to formal de la obra es más estético y estilizado, y más cuidada la composición. El volu­men empieza a cobrar matices que no encontrábamos en los NA-àNIMIS, y esta escultura tiene un atractivo dadá, una laberíntica complejidad formal, consecuencia de su ensamblamiento. Quizás la obra responde al concepto clásico de la nature morte, y es por tanto, más ordenada. Nos confirma la habilidad de Emperador, por otra parte, de combinar lo vanguardista con lo primitivo, valor onmipresente en toda su producción.

En el 92 y hasta la fecha apreciamos un cambio sustanctal no sólo en la forma sino en el contenido de su escultura. La energía primitivista se transforma en construcción más meditada, y la complejidad del ensamblaje en hierro cede terreno a la abstracción y a la representación abstracta lo que supone una metamorfosis del volumen, de la impli­cación y del mensaje. Emperador se hace “más escultor”, si cabe decirlo así, limando asperezas experimentalistas y buscando con mayor rotundidad la forma y su unión con un idioma poético. Traslada a la escultura valores simbólicos mediante los títulos que les da, evocando otros nombres poéticos de antaño como My Love Waunded Dead, o el pensamiento de conceptos humanísticos como Oekoumene. Los volúmenes se expanden, y esta expansión conlleva una carga lírica, En Embrace Me de 1993, vemos cómo se en­garzan circularmente unas formas que semejan proas,o notas musicales, y que además vibran con reminiscencias surrealistas e introducen una confusión de planos y variaciones de movimiento que contrastan con la furia rectilínea de los NA-àNIMIS.

Notable es la pequeña y emblematica obra Jill Dancing, también de 1993, que representa una fugaz visión del movimiento corporal traducido a un idioma de riqueza primitiva y acción futurista. Lo totémico, tan presente en la serie africana, se funde en un simbolismo de corte surrealista, y vanguardista. Poética y dinámica interior que recuer­dan a las singulares síntesis de movimiento del italiano Boccione en los años 20. El movi­miento interior de JilllDancing es eléctrico, una chispa captada por tres piezas de hierro, verticalmente trabadas con una gran sencillez.

El Minotauro de 1993 recuerda a Gargallo, Julio González y a Miró, por su carga orgánica y las formas macizas toscamente moldeadas. Los planos simples, el crudo ensamblaje, la potencia expresiva sigue estando, sin embargo, presente, aunque de mane­ra atenuada.

Jonathan Allen 1995

leopoldo emperador. ¿QUIÉN ERES TÚ? DE LA ESCULTURA

José Luis Gallardo.

Mientras contemplaba la pasada tarde la pequeña cabeza en bronce fundido que Leopoldo Emperador ha emplazado con toda propiedad en el entorno del paseo Costa Canaria, hacia la altura del Veril, y que lleva por título “Mujer con tocado en espiral”, otra cabeza me daba vueltas, insistente, dentro de la mía. Era ésta una cabeza imaginada, que se gira enamorada  siguiendo el arco que describe el sol antes de ponerse por detrás de la cumbre, después de reflejarse en el mar y bañar los bungalos de Playa del Inglés. Y digo enamorada, más que nada, por los ojos, enormes, que tratan de esconder detrás de los medio caídos párpados una de esas miradas misteriosas que en ocasiones traicionan a la mujer. La “Mademoiselle Pogany” de Brancusi, en la que también se inspira esa otra “Mujer con un sólo pensamiento”, expuesta por Emperador no hace mucho tiempo en la galería Vegueta, y de la que ya nos hemos ocupado, contrariamente a las otras dos, es ciega. Esta diferencia entre ver y no ver define la distancia que media entre el arte de la escultura del hierro de principios de siglo y el de su declinar. El artista más versátil del grupo Contacto vive con intensidad estos últimos años de la centuria. Nos habla y nosotros le comprendemos. Nos hace un guiño y nosotros sabemos hasta donde quiere llegar. Brancusi y todos sus seguidores, incluído el cubismo, hasta hoy mismo, por ejemplo, no hacen nada de esto. El arte de las vanguardias, en este sentido, fuera ya de su tiempo, se muestra inexpresivo, frío, mudo y ciego. A estas alturas tenemos la sensación de que no produce más que palabras vacías, la expresión se hace notar por su ausencia. Por el contrario, nuestro escultor, la otra tarde, parecía estar pensando en voz alta, allí, en el lugar de esas palabras que no han sido pronunciadas jamás.

Mujer con tocado en espiral. Bronce. Paseo Costa Canaria. Playa del Inglés. Gran Canaria.

Éramos un grupo de amigos, artistas e intelectuales. La amistad y el amor por la obra de arte bien realizada nos convoca. Nos asomamos a ese balcón del paseo que se alonga formando como un pequeño nido de enamorados. Estamos mirando al mar, que muere mansamente a nuestros pies. De pronto, tengo la visión del mar y la noción del mar al mismo tiempo. Detrás de mí, en ese lugar de asedio, en esa “cabeza de mujer con tocado en espiral”, se encuentra lo sensible merleau-pontiano que se abre. Leopoldo Emperador, como persona, como amigo, nos habla, veo el movimiento de sus labios, pero ya no le escucho. Giro yo a mi vez la cabeza. Ahora veo mejor al escultor. Ahora es alguien que con su obra se dirige al mundo y que –seguimos a Merleau-Ponty– desde fuera, parece continuar en “su sueño”. Valéry habla de un cuerpo del espíritu al que asocia la pasividad. Para Emperador, en cambio, nuestras iniciativas nacen en el corazón del ser, se conectan a nuestro tiempo, se apoyan en los quicios de nuestra vida, y hacen de su sentido una dirección. Su “mujer” es el alma merleau-pontiana que piensa siempre y no puede no pensar porque en ella se ha inscrito “algo” o en su defecto el “hueco de algo”. No es –concreta nuestro mentor– una actividad del alma, ni una producción plural de pensamientos. Tampoco se trata de una metáfora –no hay metáforas entre lo visible y lo invisible, arguye el autor del libro homónimo–. “Metáfora” aplicada a “Mujer con tocado en espiral”, o es demasiado o no es bastante. Demasiado, si lo invisible es realmente invisible; no es bastante, si se presta a la transposición. De esta “cabeza”, no se puede decir que su espíritu esté aquí ni tampoco que no está ahí. Lo que hay es una localidad de asedio donde su ubica el teatro de la aparición del otro. Por ello, su dirección se puede decir que no está en el espacio, sino en la filigrana que aparece a su través. Por ello también, el arte del buen escultor es transponible al pensamiento. No es una cuestión puramente de estética. Está más que ligado, religado, no existe ni puede existir sin lazos.

Playa del Inglés, a esa hora de la tarde en que se despereza la noche silenciosa, es un hervidero, un murmullo de turistas prolongado. Las sombras se ven aparecer furtivas en las boca calles y se sienten desaparecer a plena luz de las luces de neón, todo a “soto voce”. El grupo finalmente se decide a subir a los coches para dirigirse a San Fernando de Maspalomas, donde nos espera apalabrada una cena en un conocido restaurante mallorquín. El “arroz caldoso”, plato fuerte de la cocina balear, rociado con un buen rioja de crianza, desata las lenguas y aviva el tiempo que cosquillea la chispa en los ojos de los comensales, sin desparramarse nunca. El artista que hay en nosotros confiesa que se siente víctima de una persecusión no muy profunda pero universal. No aquí, en este comedor agradable, no ahora, en esta noche de mediados de semana de un mes en el que ya se anuncia la primavera. Una buena docena de mujeres y hombres reunidos alrededor de un escultor para homenajearle, para “auscultarle”, para disfrutar todos en buena compaña de ese “¿quién eres tú? que siempre se interpone. A esta pregunta Leopoldo Emperador se sorprende a sí mismo respondiendo: “Él es así”. Pero inventarse no basta, piensa Sartre, primero hay que inventar los medios de inventarse. Quiere decirse que no procede. Una escultura no habla. ¡O tan poco! Dice de nuevo Sartre en otro contexto. Pero, ¡qué importa! ¿Cómo es esta “cabeza”? ¿Ovalada? ¿Redonda? ¿Sonriente? ¿Fruncida? ¿Confiada? ¿Irónica? De los ojos sólo sé que están medio abiertos o medio cerrados. Lo admirable es que uno cree en eso, afirmamos con Sartre. Igual que en las alucinaciones, finaliza el autor de “El ser y la nada”; al principio estas cosas rozan un costado y uno se da la vuelta, luego nada. Pero del otro costado, naturalmente…

escultor

José Luis Gallardo.

Leopoldo Emperador cuando contempla la escultura de principios de siglo, descubre que no todos los temas fueron agotados (tema nuevo) y también cosas de las que en la actualidad ya ni se habla (tema recobrado) o ya ni se usan (técnica puesta al día) o no se les ha sacado el partido potencial que sin duda tienen toda­vía. Para subsanar estas carencias, Empe­rador se sumerge y bucea en la inapreciada fecundidad del pasado, pero es consciente de que esta obra recobrada no puede cam­biar en verdad el porvenir, si el conjunto de la historia y de la teoría no cambia al unísono. Y llega a la convicción junto con Michel Butor, al que en esto nos referimos, de que la sola y mejor prueba de una profunda novedad de la obra de arte es su poder retroactivo. Por ello, la noche de la inauguración el pasado 21 de noviembre, Vegueta fue un escándalo. Picasso, Miró, Archipenko, Boccioni, Julio González, Cal­der, y otros artistas adscritos a la ‘nueva edad del hierro’, fueron transformados, metamorfoseados, exprimidos, por Empe­rador, y palpitan en la galería como algo vrvo.

Recuerdo la exposición del año 1992 en el Centro Insular de Cultura. Recorríamos mi hermano Tony y yo la amplia galería.

“¿Crees tú, Tony, que detrás de estas figuras hay un escultor?”, le pregunté así como de pasada y con cierta sorna.

– Hombre -me respondió poco más o menos. Si dejamos de lado la discutible cuestión del mimetismo y cierta explicable impericia, en el tino para la elección de las piezas de ensamblaje, en los cortes, en la limpieza de la soldadura e incluso en la noción del significado del espacio que aquí se manifiesta, no me cabe duda de que Leopoldo Emperador es todo un escultor del hierro en ciernes.

No me sorprendió mucho la respuesta, en realidad me la esperaba, pero sí la contundencia con que la dijo, sobre todo viniendo de un escultor veterano que conoce bien el oficio. Este escultor en ciernes que Tony Gallardo saludaba hace cuatro años, recibe hoy, a mi juicio, su merecida acta de nacimiento Para los escépticos, si contemplamos la atrevida pieza en acero de Emperador que lleva por título Mujer con un solo pensamiento (1997), podemos observar, en primer lugar, cómo recupera a la Mademoiselle Pogany (1915) de   Brancusi, quien a su vez lo hace con la Cabeza  femenina del arte sumerio del siglo XXII a. de C., que se con­serva en el Museo de Berlin.

Esta última, a su turno, se inspira en la Cabeza viril: Gudea, del mismo siglo y que se conserva en el Metropolitan de Nueva York. Todas ellas son representativas del diálogo del escultor con un guijarro y se proponen insertar, en lo fun­damental, las formas humanas en moldes primordiales, tal como nos lo dice André Malraux. Como los escultores sume­ríos Brancusi transforma el párpado en un fuerte relieve, dentro del arco superciliar, y para conquistar sobre la base de una for­ma primordial otra totalmente original, el escultor rumano, desde la oreja a la nariz de su Mademoiselle, ha tendido el arco de las cejas del Gudea. Es la misma o parecida operación, la que realiza Emperador con su Mujer con un solo pensamiento.

Según siempre con Malrauraux los sume­rios, si simplifican las formas lo hacen para liberar al hombre de su humanidad. El ideal de Brancusi, por su parte,no es el de esculpir el rostro de Mademoiseile Pogany, y ni siquiera un huevo, sino una cábeza.  De la misma manera, seguimos con Malraux, lo que Cezannne dice del cilindro y el cono no le conduce a pintar cilindros.  Pero la aportación de nuestro joven escultor  ahora consagrado va más allá. Su ambición es la de ver en grande, ambición que  define, para Baudelaire, a las esculturas de alta época, según cita de nuevo Malraux. La unidad que busca Emperador es aquella que borra las invenciones anteriores, más ni menos.

Beso. Hierro forjado. 1997. Colección privada Las Palmas de Gran Canaria.

 En efecto, su  cabeza de Mujer con un solo pensamiento, niega a Brancusi y niega a la derivación cubista, al tiempo que lo hace con la máscara africana, pese a su penacho, para, valiendose de la ironia de esa boca torcida, por ejemplo, alcanzar la forma-prueba de que habla Malraux, el juez secreto que obliga a los escultores a ceñir su dibujo y a tensar sus volúmenes, a fin de que las figuras que ellos crean participen de su fuerza misteriosa. La resurección. de todas las artes del pasado -finalizamos con el autor del Museo Imagina­rio- saca a la luz poco a.poco, frente a las referencias que afir­man el parecido, la presencia manifiesta u oculta de las que, como las de Leopoldo Empera­dor, en cambio, refuerzan su disi­militud esencial.

Dice Jean-Paul Sartre, finalmente, que experimentamos gra­cias a otros lo que otros experi­mentan como si fueran nosotros. Intento decir con esto, que Empe­rador no consigue comunicarse con sus seguidores unicamente mediante  signos.   Hay en este gru­po de esculturas, sobre todo en las realizadas este mismo año, como un experimento en comu­nidad, en el sentido de que  engloba  tanto al contemplador y su entorno como al ejecutante y el suyo propio y, por supuesto, a la obra misma. Y, más que nada, lo que se propone nuestro joven arstista es restituir al hierro, al bronce, al acero con el que trabaja, la unidad de su emoción. Porque en definitiva, continúa Sartre con respecto a la pintura, si no se tratara más que de esculpir, cada cual podría hacer la prueba.

Ahora bien -finaliza- el arte exige que yo rehaga ese acto. La belleza no surge hasta que yo la haya recreado.Nada que temer: en el acero martillado y ensamblado por Emperador, nuestra fascinación  de  es requerida por los temblores de una materia resistente en vias de organizarse y doblegarse, al tiempo que alcanza forma artística.

DEPOSITO DE FRAGMENTOS

Gloria Bosch

«Leopoldo Emperador es un depositario de ideas que procura habitar la ausencia y la ruina, confronta conceptos en un paisaje en el que los objetos permanecen unidos por la divergencia. Unas coordenadas geográficas, elementos básicos de un recorrido ─combinatoria de un mundo desértico, de objeto hallado, de naufragio, de vestigio silente…─, provocan la necesidad de poner en juego unas relaciones simbólicas, unas metáforas que actúan y escenifican las contradicciones entre Naturaleza y Artificio».

(Gloria Bosch, «Depósito de fragmentos», en el Cat. de exposición Confluències. Punto de encuentro, Espais. Centre d’Art Contemporani, Gerona, dic. 1988/ene. 1989.)

palabras presentación

José Carlos Cataño

Recibo la invitación de un viejo amigo, el escultor Leopoldo Emperador.

Inaugura en Las Palmas de Gran Canaria una nueva muestra de esculturas y obra gráfica que titula “El jardín perfumado”. No podré estar Allá, en las Islas, pero le envío mi felicitación con el afecto y la admiración de siempre. Su tarea ha sido solitaria y en lucha contra los prejuicios de la modernidad, que lo son contra la singularidad y el goce. Pareciera que la sensualidad de oriente haya acariciado el metal de sus piezas. Me hacen pensar estas obras suyas en una Venecia orientada, una Venecia de bronces iluminados por el creciente. Buen augurio para esta singladura que lleva a cabo ahora Leopoldo Emperador. Allá, es decir, las Islas, es decir, las Islas Canarias, no es que estén exentas la belleza y la sensualidad.
Subsiste en su paisaje agredido por los promotores inmobiliarios y sus cómplices políticos. Subsiste en su cultura casi secreta. Es curioso: para el turismo y la destrucción del paisaje canario, todo son ofertas y precios tirados. Para el mantenimiento e irradiación de su cultura, todo son desidias e incompetencias, muros elevados y peajes coloniales como los que tienen que pagar los artistas nada más pisar lo que unos llaman España y otros la Península: la misma dificultad.

LEOPOLDO EMPERADOR: Un lugar para la materia.

José Carlos Cataño.

“En la sociedad canaria, miméticamente post‑industrial si se observan determinadas manifestaciones pictóricas y escultóricas a partir de los setenta, en lugar de una descarnación encontramos una voluntad de invidencia, en lugar de un crítico deslizamiento (en el sentido geofísico del término), una vocación de conformidad. Con las excepciones de rigor ─pero curiosamente ubicadas entre las islas y las afueras o, sin ambages, en las afueras─, la voluntad y la vocación a la que me refiero contaminan hasta tal punto los lenguajes artísticos tradicionales, que incluso lo que aquí se presenta como revulsivo y/o novedoso no deja de ser un producto mimético de saldo.

**Y está bien la abundancia de stocks que, nada más salir del marco insular, se considerarían como piezas de segunda mano. En cualquier otro país ─y me refiero a los que despiertan un devoto entusiasmo─ las excedencias de notable quincallería es un hecho que nadie, en su sano juicio, lamenta, porque conoce la necesidad de las excedencias, tan necesaria como la falta de la capacidad de riesgo, tan necesaria como el extendido poder de la ufanidad y de la estupidez”.

“No es asunto ahora de detenerse en estas paradojas, que infectan tanto a los países post‑industriales como a los que encuentran en trance (de serlo). Si aludo a Canarias es porque, considerando las características de su mecánica artística ─instituciones culturales, actitudes creadoras, disposiciones receptivas─ ya es de por sí excepcional la actividad de Leopoldo Emperador, sus orígenes y la continuidad y coherencia de su trayectoria. Una actividad que, en muchos casos, ha tenido que realizarse en las afueras. Que los comisarios de Frontera Sur lo decían: ‘verdaderas arquitecturas imaginarias (sus proyectos e instalaciones) que, la mayoría de las veces, hablan menos de su talante creativo y más del empobrecimiento económico y técnico de su entorno, incapaz de llevar a cabo sus proyectos de envergadura”.

«(La obra de L. Emperador) ha seguido una trayectoria rara por su coherencia, solitaria y exigente. Atributos que ya de por si trasladan al artista a una dimensión que imposibilita el revisionismo abdicador y, por el contrario, lo reafirman en un espacio que no hace más que ahondarse para que en él inscriba su aventura intransferible.

Desde los comienzos, me atrevería a decir, Emperador ha estado cuestionando, investigando, interviniendo el espacio para ubicar la materia de sus ensoñaciones. Un lugar para la materia que no es nuevo. Lo que sí representa un cualificativo avance es, de una parte, la fisicidad de esa materia ─más apropiada en el sentido de más unida a su cierto recorrido vital─ y la concentración de un lugar que, mejor que nunca, el artista sabe que lo sigue  adonde vaya, unido por el alambre, fino, oxidado y casi imperceptible de su memoria eléctrica».

(J.C. Cataño, «Leopoldo Emperador, un lugar para la materia», en Basa. C.O. de Arquitectos de Canarias, mayo, 1990, n. 12 p. 130.)

LEOPOLDO EMPERADOR

Gloria Picazo

         Conocí a Leopoldo Emperador a partir de un pequeño catálogo de color morado en el año 1982. Recuerdo el impacto que me produjeron las obras que en el se presentaban, pues a pesar de mostrar analogías que evocaban inmaduras devociones a nombres claves de la pasada década de los sesenta, aparecian suficientemente sugerentes como para adivinar tras ellas la inquietud de un joven artista canario, deseoso de escabullirse de los constreñidos caminos que marcaba la práctica pictórica del momento.

Electrografía IV. 1981.

         Tan sólo cinco años han transcurrido desde aquel primer encuentro, y un período de tiempo tan breve ha sido suficiente para modificar sensiblemente la apreciación y el reconocimiento qué entendidos y aficionados de nuestro país hacían de este tipo de trabajos artísticos, alejados de los canales tradicionales, encasillados así como exclusivamente pictóricos y escultóricos. La rigidez y la cerrazón del período conceptual provocaron, no sólo aquí, sino también a nivel internacional, el rechazo incondicional de todos aquellos trabajos que minimamente insinuaran una cierta deuda conceptual, con lo cual la pujanza de la pintura se hizo notar sensiblemente, gracias sobre todo al apoyo institucional y galerístico que consiguió justo en el traspaso de la década.

       Por lo que respecta a la situación española, se vio especialmente fortalecida, puesto que fuera de Catalunya, y aún con ciertas reservas, el movimiento conceptual no consiguió un peso específico notable, y fue en buena parte un mirarse en el espejo europeo, modificado por unas condiciones sociopolíticas que le otorgaron una apariencia algo más comprometida. Cuando este compromiso, tanto artístico como sociopolítico, cayó en el desencanto, los diferentes núcleos artísticos se constriñeron: subsistiendo personalidades aisladas, decidiendo reemplazar la práctica conceptual por la pictórica o bien, como sucedió especialmente en Cataluña, optando por un exilio voluntario que posibilitara nuevas vías de continuidad para los trabajos que aquí habían comenzado justo a esbozarse. París, y poco tiempo después Nueva York, fueron puntos de mira, e incluso de enraizamiento definitivo, para la mayoría de los artistas catalanes que en aquel momento se propusieron partir.

        Una de estas personalidades aisladas fue Juan Hidalgo, componente del grupo Zaj, que al mismo tiempo que mantenía una actividad artística bastante importante en el extranjero, especialmente en ese terreno tan ambiguo y dificultoso de la performance musical, no perdía contactos estrechos con sus islas natales, las Canarias. Sin duda, Juan Hidalgo fue decisivo para el afianzamiento de artistas como Nacho Criado, que desde Madrid trabajó en la etapa conceptual, y para la definición de otros más jóvenes, como Leopoldo Emperador, quien por su juventud no vivió de cerca las controversias de la primera mitad de los setenta. El caso de Leopoldo Emperador deviene aislado y significativo, y aún más si nos referimos a lo que sucedió fuera del ámbito catalán. La ruptura con toda práctica artística que no contemplase la bidimensionalidad pictórica, y con ciertas reservas el objeto escultórico, fue absolutamente radical, y los jóvenes artistas que en aquellos momentos decidieron no transitar por los caminos establecidos se encontraron sin referentes inmediatos y con la difícil tarea de conformar una obra en el confinamiento más absoluto. Tan sólo determinados espacios permitieron con sus programaciones que dichos trabajos, ajenos a toda posible comercialización, consiguieran ciertos márgenes de difusión: el Espai 10 (Espacio 10) de la Fundació Miró, que inició sus actividades en 1977, y Metrónom, que lo hizo en 1981), ambos en Barcelona; más esporádicamente en Madrid, las Galerías Ovidio y Buades; y sin ignorar la perseverante tarea de algunas instituciones públicas, como la Sala de Cultura de la Caja de Ahorros de Navarra en Pamplona.

            El camino expositivo de Leopoldo Emperador se inició plenamente con la instalación que presentó en el año 1976 en la Casa de Colón de Las Palmas, en la que ya perfilaba su obsesión por la luz como matiz de artificialidad para su obra. Con “Albero” y “Electrografías” (1981) confirmó que la luz, y en concreto el tubo de neón, le seria línea lumínica para dibujar y extructurar en el espacio unas series de piezas que en el caso de “Albero” se revelaban por vez primera, como naturaleza y tecnología, o naturaleza y artificio, y se impondría como uno de los aspectos conceptuales de su obra. La serie “Electrografias”, presentada en la Galería Leyendeker en 1981 y posteriormente en Metrónom, dejaba de lado la interrelación entre nociones de concepto y consideraciones poéticas que más tarde regiría su obra, para reunir una serie de composiciones gráficas en un intento de unir, por medio de un elemento tecnológico como el neón, conceptos absolutamente tradicionales en la práctica artística, tales como el dibujo, la composición, la luz, el despliegue en el espacio, etc. Al mismo tiempo empieza a poner en relación el neón, en tanto que línea lumínica, con otros materiales, como estructuras metálicas, placas de vidrio y objetos que contraponía a elementos naturales como ramas y frutas, especialmente en las “Mesas” que realizó entre 1981 y 1982.

Mesas. Sala Metrónom. Fuera de Formato. Centro Cultural de la Villa. Madrid. 1983.

        El punto clave en el que confluyen todos estos trabajos se resume en una de las frases intencionales de Leopoldo Emperador y que en realidad sintetiza buena parte de su trabajo: “Presentar a la naturaleza como artificio y al artificio como naturaleza”, y es en esta sentencia pragmática donde desenmascara cómo en aquellos momentos extraía del movimiento povera, y en especial de Mario Merz, nuevos caminos de trabajo. En palabras de Merz, se pone también de manifiesto la intención de Emperador de seguir investigando en las vías abiertas por este artista: “Estoy seguro de que con los grandes mitos se involucra con fuerza la imaginación. Es por este motivo que utilizo el neón: es una lámpara en el cuadro; quiero poner a la electricidad en el cuadro; no quiero decir que mi trabajo es la electricidad Yo quiero poner a la electricidad en el nuevo paisaje de hoy”.

        Con un exponente de dichas “Mesas” se presentó en la exposición “Fuera de Formato” que tuvo lugar en Madrid en 1983. Dos mesas que, a medio camino entre la instalación y la escultura de fragmentos, servían de ejemplo para mostrar la influencia de la tecnología en la práctica artística y para presentar nuevos caminos artísticos, que muy poco tenían que ver con antiguos planteamientos conceptuales ni con los movimientos pictóricos dominantes. Esta muestra fue el primer toque de atención, aunque poco afortunado, respecto de un interés renovado y creciente hacia los mal llamados medios alternativos, y que hoy citaríamos genéricamente como instalaciones. Emperador, junto con David Nebreda, Pedro Garhel y Albert Girós, fueron seleccionados por los organizadores como representantes de una nueva generación que trabajaba en otros campos fuera de los formatos habituales.

       Emperador habla a menudo de la importancia que posee para su obra ese paisaje objetual que nos rodea y, haciendo uso de un lexico geográfico, tan próximo al paisajístico, habla de explorar, recorrer y cartografiar los objetos como si el artista transitara por países imaginarios. Pero estos objetos que después apareceren puestos en escena plástica, enmascarados por el sentido poético del artista, también de tanto en tanto son intercambiados por palabras, por imágenes literarias. Roland Barthes en el libro “Le Bruissement de la langue” confesó que “el mundo ya no me llega en forma de objeto, sino como escritura, es decir, como práctica”. Y quizá, de esta coincidencia literaria, han surgido piezas de Leopoldo Emperador como “Enciclopedia”, que mostró en la colectiva “Libros de artista” realizada en Madrid en 19B2, en la que doce volúmenes, correspondientes a las doce letras de la palabra, contenían una letra escrita en neón. La palabra podía leerse en sentido circular, a modo de metáfora sobre el saber circular que engulle al hombre en un espacio y un tiempo, que son los suyos, pero también los de toda la humanidad. “Poética”, una de las piezas más recientes, recoge la palabra poética escrita con césped, contraponiendola a la misma palabra poética inscrita en un decrépito rótulo luminoso, que aún conserva intacta la escritura eléctrica del neón. Y de nuevo, un ejemplo de dualidades y contrastes que comporta el enfrentamiento entre el elemento natural y el artificial.

            A partir del movimiento povera, y sin duda gracias al influjo conceptual, muchos artistas han privilegiado a los contenidos de la obra en detrimento de consideraciones puramente formales, y han establecido nexos simbólicos y metafóricos entre su obra y un conjunto de significaciones y alusiones externas a ella. De esta situación, surge una instalación como “Depósito para el abastecimiento de ideas”, que Leopoldo Emperador preparó para la exposición “Una obra para un espacio”, instalada en el Depósito de Aguas del Canal de Isabel II, en 1987. Esta manifestación, cuatro años después del malogrado “Fuera de Formato”, suponía una sutil confirmación del lento, pera ya creciente interés por la instalación par parte de instituciones públicas, aunque sin ser excesivamente estrictas en el momento de establecer límites claros entre escultura e instalación, o, dicho de otra manera, entre la obra y el espacio alrededor.

Depósito para el abastecimiento de ideas. 1987. Canal Isabel II. Madrid.

       Tomando de nuevo un antiguo proyecto nunca cumplido, en el que Emperador partía de su fascinación por las estructuras de ingeniería y sus funciones desplazadas en el tiempo, a causa de las cambios tecnológicas constantes que hacen que todo se vuelva obsoleto en un abrir y cerrar de ajos. Imágenes y hechos acotados en la memoria, que, confrontadas a las características del espacio al que iba destinada la instalación, dieron como resultada una metáfora escultórica sobre el recinto arquitectónico. El trabajo, fragmentado en tres pasajes, podría ser como una especie de interpretación alquímica en que están presentes la mesa del demiurgo-alquimista encubriéndose baja una presencia velada mediante las radiografías de sus manos; el depósito, evocación tautológica del espacio circundante y posible sugerencia a atanor, el horno del alquimista en cuyas aguas flota el espíritu del conocimiento; y finalmente las matraces, que, en su hervir imparable baja el efecto del fuego, insinúan el paso del tiempo, planteándose la utilidad/inutilidad de ir a la búsqueda de la piedra filosofal. Emperador hace fluir en esta instalación algunas de los conceptos que m s han hecha oscilar la evolución de la escultura contemporánea: la manera de conjugar das proposiciones, tan divergentes pero a la vez tan complementarias, como la constructiva y la alegórica, a fin de convertir a la escultura en modelo de conocimiento de la realidad y media para la creación de un espacio simbólica en estrecha correlación con el espacio real, o ambiente.

        Una de las últimas instalaciones de Leopoldo Emperador: “En Egipto se comen a los niños”(1987), presentada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con motivo de la exposición “Frontera Sur” sobre el arte canario actual, nos servirán para introducir un nuevo aspecto hasta ahora mencionada indirectamente, el paisaje. El conjunto de árboles de neón denominado “Albero” era ya una referencia directa al paisaje, pero más decantada por el aspecto de potenciar la contraposición natural-artificial. Posteriormente, las alusiones se han ida haciendo más explícitas y, ya sea en su pintura, que sigue practicando en paralelo a sus instalaciones, en dibujos que permanecen como proyectos a menudo impracticables, o en instalaciones como “En Egipto se comen a los niños”, la introducción del tema paisajístico es como una reverberación de su memoria estigmatizada por el paisaje del Sur, por la geografía desértica de las Islas Canarias. Como metáfora del “canibalismo cultural”, según sus propias intenciones, esta instalación recoge el reflejo del desierto a partir de arenas y vestigios arquitectónicos, sometiéndolo a aquella poética como concepto, como detonante, como idea, que defiende Emperador. Y después con lo que él denomina “puesta en escena” interviene una cuestión de afianzamiento en el espacio expositivo, que en esta exposición por la Sala Muncunill se ha traducido en una aproximación arquitectónica al edificio, al reconstruir en el contexto de esta instalación la chimenea exterior. La arquitectura se convierte en elemento constructivo, pero también en una vía de reinterpretación del paisaje, ya sea estructurado por construcciones de ingeniería, ya sea camuflado bajo la apariencia uniforme de la toba. Pero tampoco hay que olvidar el horizonte, como límite de planitud térrea en el desierto, y acuosa en el mar, como línea que conduce a un recorrido imaginario, a un viaje sin fin.

Oekoumene. 1987. Círculo de Bellas Artes. Madrid.

       En el desconcierto dominante durante estos últimos años, provocado por los deseos resolutos de sostenerse en los techos de la moda, el trabajo de Leopoldo Emperador se ha mantenido como en un oasis, reteniendo su mirada en el interior de su propio discurso, y haciéndose permeable tan sólo a ecos de conocimiento ya probadas y a los dictados de una poética, que tergiversa la realidad en fragmentos incidentales, puestos en escena por la mano del demiurgo-alquimista.

                                                                      Gloria Picazo 1987

UN CAFÉ CON GAUDIER-BRZESKA

Franck González

Nunca fuimos ni somos: nos morimos luchando por nacer. Luis Feria, de Clepsidra, 1983.

Franck González

 Habían pasado unos cuantos años desde el último café en “Los Caserones”. Allí recalamos, tras la apertura de “Gato”, en la Galería de Manolo Ojeda. Eran días de septiembre de 1991. Sería ésta, si mal no recuerdo, la última exposición “instalacionista” de Leopoldo Emperador. Se cerraba así un ciclo prologado por su “Instalación-Ambiente” de la Casa de Colón en 1976 y asentado finalmente con “Albero” en la Galería Vegueta cinco años después…Tarde desapacible, hablábamos entre sorbos de viento y café. Problemas y cuestiones de representación. Recuerdo que me sorprendió la determinación de Leopoldo: Daba por concluido un proceso que aún contaba con suficientes argumentos para su manutención. Pero mayor era la necesidad de hollar nuevos senderos. Seis meses más tarde abría su primera muestra escultórica en el CIC: “Emperador-Esculturas”. Emperador presenta entonces un trabajo nuevo, articulado en torno a tres grandes líneas de intervención: En un primer término, un brutal empleo del material de desecho. En un segundo lugar, una concepción de la escultura definida como un proceso aditivo, a modo de collage tridimensional. Por último, y como consecuencia natural de la materia y el proceso empleados, una profunda carga referencial – formal y literaria – que trasciende la propia representación del sujeto escultórico. La necesidad de intervención en el espacio que había marcado toda su obra hasta 1991 toma un nuevo giro. Nace así la vocación del exterior. Y con ésta llega el grupo escultórico de la Plaza de Sureda en Arucas. Piezas que, tal y como define su propio título, responden más a un proceso individual de cada una de ellas que a una verdadera vocación de diálogo entre la obra y su entorno. Será éste el reto que Emperador se trace en su siguiente proyecto expuesto en febrero de 1997 en el COAC de Las Palmas: “Atlantic-Junction”. La propuesta, que contaba con una excelente “puesta en escena”, no acabaría en buen puerto y la rotonda entre la Avenida Marítima y Juan XXIII acabaría siendo ocupada por una escultura de Facundo Fierro. Si en “Atlantic-Junction” Emperador sigue haciendo uso de una concepción de la escultura como desarrollo de un proceso de adición mostrado en la propia escultura, la relación entre ésta y el espacio que lo circunda ha cambiado completamente.

Naturaleza muerta. 1992. Hierro. Colección Centro Atlántico de Arte Moderno.

Estamos ante un escultor que altera sensible y conscientemente el lugar de habitación preseleccionado. Una escultura pensada para una localización concreta – como gran parte de su trabajo previo en el ámbito de la instalación – pero pensada también para transformar la “línea de horizonte” tanto del conjunto de bloques de viviendas de la avenida como del propio ámbito portuario. El propio concepto de “puerta” que marca a la obra sólo puede ser entendido como espacio de confrontación y compenetración de los espacios – tanto físicos como conceptuales – circundantes. Tras este proyecto llegarán tres exposiciones que sientan las bases de “Bazaar”, la muestra recientemente inaugurada en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife: “Esculturas” en la galería de “Nano” Doreste en noviembre de 1997, “11 esculturas” en el Club de Prensa Canaria en octubre de 1999 y la muy atractiva colectiva “Arte a la Carta”, también la Vegueta, en diciembre de 1999. “Bazaar” presenta parte de este trabajo de los tres últimos años, incorporando nuevas esculturas así como algunos trabajos sobre papel como “El Jardín perfumado”. Línea de trabajo, por cierto, presente ya en la muestra “Arte a la Carta” y en donde ya se enunciaban sus irónicos postulados…“Llegados a este punto tendríamos, inexorablemente – me dijo Henri , impostando, como gustaba, su tibia voz- que recalar en los patrones y modelos”. Huero trabajo, debí entonces espetarle. Verter sobre el frío cortado referencias a sintaxis o formas fruto más de la admiración que de la deuda o del vano reflejo poco añadiría a la propia obra. Y aún menos a los respetados maestros traídos como una reata de honorables difuntos a los que se rinde tributo desde la heterodoxia. Cada una de estas composiciones de acero suponen un paso más hacia un proceso formal de depuración y limpieza de líneas. Atrás quedan las anotaciones postindustriales de “Emperador-Esculturas”. Se acusa también un giro en la temática elegida: En efecto, el escultor parece querer rendir tributo a la vanalidad. Títulos como “Perplejidad”, “Mi amigo el poeta”, y especialmente “y para beber, Molino de Viento Gran Reserva” desvelan o más bien sugieren, un discurso paralelo a la propia obra. Un bajo continuo, una mirada socarrona del que parece estar de vuelta de típicos y tópicos, de estilos y modas: Véase si no la cruel representación de “mujer portando un objeto minimalista”. La fría carga de la burla destilada sobre su figura descompone todo valor cultural, eliminando de raíz su inmediata referencialidad africana. Mirada subversiva la suya, mirada que se hunde más allá de la materialidad y del alcance de la obra. Subversión necesaria. En este sentido me parece importante el señalar que Emperador, al igual que otros artistas de su generación – como Juan José Gil o Alzola – han sido capaces de romper con sus propias trayectorias. Tal y como Picasso clamaba, el estilo no puede convertirse en un fin sino que debe conservar siempre su condición de medio de trabajo. La ruptura, cualquiera que sean sus implicaciones formales o teóricas, no es precisamente en nuestro país , el resultado natural del tránsito del tiempo. Antes bien nace de una arrojada determinación: La asunción de un reto que no siempre puede concluirse felizmente. Añádase a ello la cortedad del mercado local y obtendremos un pálido reflejo del duro paso que supone la fractura de la propia obra. Y por ende, la mayoritaria pervivencia del estilo como argumento último que conforma la coyuntura actual isleña como un episodio manierista, un gran episodio manierista, sin más. La escultura, en tanto que representación de una serie de temas y modelos, se convierte, a través del tamiz y la herencia de la Historia del Arte en algo más que una sucesión de imágenes. Y es este discurso de presencias, vacíos y homenajes los que Emperador ha sabido hilar, hábilmente, incorporando a sus inertes objetos de acero una memoria sentida.

SIN PAPELES PARA UNA HISTORIA

Franck González

Franck González

La imagen se desplegaba, fragmentada, huidiza, parcelada en mil miradas contenidas en marcos y cristales brillantes. Volvía una y otra vez la vista hacia atrás. Atrás, en donde ya nada quedaba. Perfiles de siluetas en movimiento. Reflejándose al andar sobre aquellos escaparates que eran para él la primera imagen del mundo. Mejor, la imagen del primer mundo realmente conocido. Allí estaba, esperando en medio de la nada que aquel cuento se hiciera realidad.

El cuento deviene, como escribiera Saramago, en la mejor imagen de la metástasis de nuestro tiempo: “Somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada”. Tras la corrupción del lenguaje y la inmediata desideologización propugnada por la Postmodernidad de letra chica, el relato se implanta entre nosotros como mero utillaje de representación en una realidad proyectada como escenografía mediática.  Proscenio ya ensayado en guerras locales tan lejanas como inexistentes, tal y como Baudrillard apuntara en su clásico: “La Guerra del Golfo no ha tenido lugar”. Una realidad montada y editada a golpe de talón de unos medios de masas que han sufrido en la última década el mayor proceso de concentración de toda su historia. La “Caída del muro”, la “Crisis de los balseros”, “Kósovo” o “Etiopía” son nuevos fascículos de un libro que no incluye el problema ruandés, la situación en Timor Oriental o la cuestión saharaui. Nuestra televisión aún va más allá: Concentrados todos lo resortes del poder informativo, la arribada de pateras de subsaharianos a las islas ocupa un breve y rutinario espacio en al ámbito mediático local. No ocurre lo mismo con la llegada de inmigrantes ilegales a las costas andaluzas, noticia que ocupa un prime time a nivel nacional…Tal vez con nuestro ideológicamente desgastado Baudrillard podríamos avanzar que ninguna patera ha llegado a este territorio comunitario. Expresión por cierto que a más de un político le encantaría marcarse. Cuesta trabajo creer que la misma población que sufrió el naufragio del Valbanera, que las mismas familias que vieron salir de noche a sus hijos rumbo a La Guaira clamen ahora contra unos negros enfermos y vagos…No nos acordamos ya de los hospitales montados por los isleños en Cuba para atender a unos compatriotas que en ocasiones llegaban en condiciones terminales tras un  duro y en ocasiones fatal viaje. Para esto somos gente de mundo que se regodea señalando el arcón o la cómoda que viajó y volvió de Cuba. Sin más papeles.

Papeles para una historia.

Una historia de papeles.

Papeles trabajados, manipulados y dispuestos. Papeles  que distorsionan y enfrentan una nueva apariencia. Una apariencia marcada  también por la ruptura. Ruptura de los cánones del mainstream. Ruptura del seguidismo, de la superposición y de la suplantación. Fractura que sólo puede alzarse desde la madurez y del convencimiento de quien ya ha estado allí. Aún arriesga quien quiebra su obra. Aquel que no se instala en su propio formato…Papeles que ya avanzara en exposiciones como “Bazaar” en el Círculo de Bellas Artes  y aún antes en “Arte a la Carta” en la Galería de Nano Doreste en diciembre del año pasado. No creo sea casual el soporte.

Portada catálogo exposición BAZAAR.

Como tampoco la solución dérmica empleada.

Aún menos la llamada a “La Balsa de La Medusa” de Géricault.

A las puertas del paraíso. 2000. Técnica mixta sobre papel.

“La Medusa” era el nombre de una  fragata francesa  que navegando  por la costa africana, naufraga el 2 de julio de 1816. Su capitán, fiel exponente de la decadencia de la restauración monárquica, dejó caer sobre los maderos de una frágil balsa la vida de ciento cincuenta personas. Después de trece días al paíro sólo quince sobrevivirían. Y aún después de recurrir al canibalismo. El relato llegaría a los medios con tintes de atroz cuento. Cuento que tres años más tarde pintaría Gericáult y que no  es otra cosa que el triunfo de la brutalidad y la irracionalidad sobre la cordura. ¿Dónde quedó la épica heroica de la muerte revolucionaria? O trayendo acá la mirada sobre nuestros propios procesos balseros o pateros: ¿qué épica resiste el cadáver desconocido?. ¿Qué de aquel capitán resta en las naves nodrizas que lanzan al mar abierto a estos espaldas mojadas a pocas millas de nuestras islas?.

Sueños húmedos. 2000. Técnica mixta sobre papel.

Pero la nuestra es una época que asiste a la realidad desde el retiro del mando a distancia, y en este contexto el planteamiento del objeto de la pintura no puede ser más anacrónico de acuerdo con el manual de la modernidad al uso. Pintura pintura, figuración, temática ligada a la realidad, ética y estética reconciliadas en un momento y un lugar de previsible respuesta social… Hace unos días un conocido colaborador de “El País” citaba a Savater como ejemplo del intelectual de nuevo comprometido con su medio. Se felicitaba aquel del regreso de la cordura a una realidad dispersa en la voz de alguien que no emplea el medio para la perpetuación de la representación. Más cerca  nuestro Nobilísimo Saramago alzaba la voz sobre los papeles y su desmedida pérdida por parte de algunos. Aún más próximo, Emperador deja caer estas inocentes hojas volanderas de pintura sobre la marea de nuestro propio naufragio. Un cuento de cuentos a la espera de unos papeles. Una terrible nada.

FRONTERA SUR

Carlos Díaz-Bertrana

«Leopoldo Emperador realiza una obra que, a partir de las tendencias alternativas (povera, conceptual, land art…) ha desarrollado todo un discurso coherente y riguroso, infrecuente en las islas donde, desde Juan Hidalgo se viene ensayando con desigual fortuna una aproximación a los lenguajes radicales que el arte de hoy nos ofrece. Haciendo uso de toda suerte de materiales trata de entablar un diálogo de encuentro/oposición entre naturaleza y artificio tomando como punto de partida, tanto el lenguaje tecnológico como los referentes orgánicos e inorgánicos de la cultura popular (neón, hierro, cristal, arena, piel, fotografía, ramas vegetales, etc.).

Lo que nos quedó de la noche. 1985. Celulosa teñida sobre lienzo y neón. Colección CAAM.

Por otra parte, en su obra confluyen toda la gama de lenguajes aunque es evidente su predilección por cierta asepsia tan formal como cromática en deliberada contradicción con las complicadas ─casi esotéricas─ elucubraciones conceptuales desde donde cimenta su posición ideológica. En este sentido, su uso del lenguaje como la incorporación de la pintura a un elemento escenográfico de sus instalaciones complican más, si cabe, su ya intrincado laberinto progresivo.

Su deseo expreso de exceder el plano de la pintura le ha llevado a explorar ─casi en el campo de la verdadera escultura─ proyectos de compleja realización, verdaderas arquitecturas imaginarias que, la mayoría de las veces, hablan menos de su verdadero talante creativo y más del empobrecimiento económico y técnico de su entorno, incapaz de llevar a cabo esos proyectos de envergadura».

(C. Díaz‑Bertrana; en el cat. de la exposición Frontera Sur. Una selección de artistas canarios, Cabildo Insular de Gran Canaria, T.G. Forma S.A., Madrid, 1987.)