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Un paseo de Père La Chaize en Las Canteras

Pasados ya varios años y aún gratamente sorprendido por la contemplación de “El origen del mundo”, cuadro que Gustave Courbet pintó en 1866 y que actualmente está expuesto en Le Musée d´Orsay, después de que Jacques Lacan, el eminente psicoanalista francés, celosamente lo ocultase en su despacho de las miradas lascivas durante años tras unas cuidadas cortinas, a tal propósito dispuestas, o  quizá preservando, más bien así lo creo yo, este tesoro de la barbarie moralista para que llegase hoy incontaminado y fresco a nuestros ojos. Con esta obra de Courbet aún en la memoria, digo, quiero iniciar una reflexión personal sobre la problemática de la imagen y su representación. Este cuadro, “El origen del mundo”, es una interpretación sublime, atrevida e inteligente con la que Courbet, a mediados del siglo XIX, nos avanza ya una visión absolutamente actual de esta complejidad.


Gustave Courbet. El origen del mundo. 1886 . Museo Quay D´Orly.

Personalmente considero este cuadro como una referencia adecuada para iniciar esta reflexión y con el cual establecer una  línea argumental a la hora de analizar la imagen, en este caso, del cuerpo, su significado y  su proyección espacial. “El origen del mundo” es, a mi entender, un cuadro, una imagen que se presta bien para tal propósito por su singularidad y las múltiples lecturas que sugiere.

 Este análisis me lo planteo como un sano ejercicio mental a la vista del proyectado monumento “Homenaje a Alfredo Kraus”, del cual es autorel escultor Víctor Ochoa, y que ha sido recientemente presentado a la opinión pública. Para que esta reflexión sea, por lo menos, amena y  útil (que así lo espero) para el sufrido lector, tres ciudades diferentes, aunque sin un orden cronológico establecido; París, San Petersburgo y Las Palmas de Gran Canaria, me sirven de escenarios para desarrollarla. Tres espacios y  tres tiempos en  los cuales ubicar este análisis a la luz del conocimiento que, afortunadamente, la historia del arte nos ha enseñado.

Paris, Agosto 1995.

Sofocados por un caluroso día veraniego de este París luminoso, y bajo el aplomo de los dardos que, sin duda alguna, Helio nos lanza inmisericorde para poner a prueba nuestro empeño de conocimiento (algún precio hay que pagar por el deleite estético), nuestros pasos se encaminan a la búsqueda de una apacible  umbría que alivie semejante sofoco. Buscamos un reducto que nos  refresque e invite a seguir deambulando, yo atento (esta es siempre mi intención) con la mirada alerta a todo lo que París, ciudad culta donde las haya, me ofrece para saciar esta sed de estremecimiento estético y aplacar también de paso, como no, en cualquier terraza parisina (con sus pequeñas y redondas mesas apiñadas en  un orden escrupulosamente incómodo), la otra sed;  la propia de este esfuerzo, no exento de placer, que el estío parisino me produce.

Así, de esta guisa, me dejo caer  junto a Cristina, Miki  (nuestros anfitriones en París) y Zoraida  en  una de esas terrazas:

“Garçon; une  pression, s´il  vous plait”. Requerimos al unísono con algo de impaciencia, y no es para menos.


Françoise Rude. Friso de la Marsella. Arco de Triunfo. Paris 1897

Frente a nosotros, justo cruzando el Boulevard de Ménilmontant, las puertas del cementerio Père Lachaise se abren invitándonos a entrar en el anhelado remanso de sombra que, bajo el frescor de los frondosos castaños que se alinean en las avenidas de esta moderna “ciudad de los muertos”, se nos ofrece para poder continuar la plática agradable y agradecida que habíamos comenzado horas atrás. No fue la casualidad, tampoco la tournée turística al uso lo que nos llevó hasta las puertas de Père Lachaise. No, nuestros pasos se iniciaron en esa dirección desde el Balzac de Rodin (1897) en el Boulevard Raspail, pasando, antes o después, bajo el friso de La Marsellesa (1833-1886) de François Rude en el Arco de Triunfo. La indagación sobre la  estatuaria pública parisina era la que nos obligaba a cubrir esta etapa, nada desdeñable, de la monumentalidad escultórica que la ciudad luz despliega ante los ojos del atento y avispado fruidor. Los ejemplos del arte romántico, y concretamente el funerario, eran el leiv motiv imprescindible para nuestra presencia en Père Lachaise y completar, así, esta indagación. Nada había en nuestro interés cercano a la nostalgia y la metafísica a la  que un cementerio nos pueda provocar:  no, sólo la escultura en sí, su significado y su ubicuidad  espacial eran el acicate para tan osada incursión en  semejante territorio.

Una vez dentro ya de Père Lachaise, en la avenida central que domina y distribuye los diferentes paseos serpenteantes que recorren este laberinto de odas a la eternidad,  nos sorprende la escultura “El monumento a los muertos”, con forma de mastaba egipcia, realizada por P. A. Bartholmé,  una de las obras más representativas de la estética funeraria romántica. Este monumento hace que las palabras: ”A  nosotros dos ahora!”; lanzadas por Restignac (héroe de Balzac), desde lo alto de esta colina con todo París a sus pies y en medio de tumbas (donde antiguamente se encaramaban los pequeños pueblos de Belleville, Ménilmontant y Charonne y que hoy en día constituyen el 20 eme arrondisement del actual  París), resuenen  como hojas violentamente impelidas por el gélido viento otoñal y nos obliguen a recordar que la historia de este espacio urbano y  simbólico de Père Lachaise, en el que nos encontramos, obedece a una idea y a un diseño  preconcebido.

Esta colina, que fue adquirida en 1626 por los jesuitas y renombrada como Mont-Louis, era ya conocida en el siglo XII como Le Champ de l´Evêque donde se pisaba la uva. Pero no sería hasta el año 1665 en que el confesor de Luis XIV, el reverendo Père François d´Aix de La Chaize, que reside en ella hasta 1709,  la rehabilite restaurando las edificaciones en ruina y dándole un nuevo significado urbano. En 1803, la colina pasa a ser propiedad del Estado y Nicolás Frochot (gobernador de París), por indicaciones expresas de Napoleón, crea en ella el tercer cementerio extra-muros de París. Por estas fechas los cementerios intra-muros de París estaban saturados, la ciudad no sabía qué hacer con sus muertos y el riesgo de epidemias era permanente. En 1765, una ordenanza de la Asamblea Nacional establecía que: “El suelo de París no puede asumir más cadáveres, los cementerios deben ser suprimidos”.

Es, en este  momento, cuando París pone en marcha el proyecto del cementerio de Père Lachaise, y será Alexandre – Théodore Bronginart el arquitecto que lleve a cabo dicho proyecto: concebir un cementerio inédito en Francia, un inmenso jardín donde árboles majestuosos  de esencias variadas rodeen sepulturas esculpidas y por el cual se pueda pasear agradablemente sin estar agobiado por la presencia de la muerte. Bronginart realiza un parque sin estructuras pesadas, su diseño del espacio es irregular y aéreo. Père Lachaise se inaugura en 1804, momento histórico en que Napoleón instituye los fundamentos de los derechos y deberes de la Nación para con sus muertos: “Impíos, ateos, suicidas, comediantes, y todos los excluidos por la Iglesia, tienen derecho a ser enterrados, sea cual fuese su raza o religión”, así reza el decreto del emperador.

De esta manera, Père Lachaise se convertirá en el primer cementerio laico y moderno de Francia y, posiblemente, del mundo occidental. Pero esta concepción moderna va mucho más allá de que judíos, musulmanes y ortodoxos, ciudadanos de todas las creencias, vean cómo sus sepulturas comparten el mismo suelo de la urbe que, junto a los católicos, han construido y compartido. Es la tolerancia, el espíritu moderno, en definitiva, el lema de la revolución francesa; “Solidarité, Egalité et Fraternité”, el concepto primigenio que subyace en Père Lachaise. La libertad de alegorías, el despliegue de símbolos sobre los monumentos (unos haciendo referencia a las tradiciones de las religiones monoteístas, otros a las sectas esotéricas, otros a los antiguos cultos griegos, egipcios; emblemas de Horus y Osiris, los dioses egipcios de la muerte y la resurrección, pirámides, obeliscos, etc…), conforman el vasto corolario de formas que el libre pensamiento de la revolución aporta. Expresión esta, en la que la masonería también está presente con sus símbolos, que va a dar lugar a la definición de un arte funerario moderno que ha llegado hasta nuestros días, con su iconografía, su especialización y su espacio representativo; una estética romántica de la nostalgia  hacia los que nos han dejado: si ellos ya no están  entre nosotros su imagen debe perpetuarse incorrupta, a su mayor semejanza, en la memoria de los vivos.

Este apego al cuerpo permanece arraigado en nuestra cultura y sociedad actual; la no  superación del miedo a su pérdida, su ausencia, la negación de nuestra realidad última y cierta de la vida, es lo que motiva esta idea de que la muerte está totalmente domesticada, al menos eso creemos,  y por lo mismo la exorcizamos inmortalizando a los fallecidos. Para ello, la forma es fundamental, pues la memoria ha de estar consensuada en cánones y recetas establecidas y, sobre todo, reconocibles para que la imagen permanezca incorrupta.

De aquí que la referencia al “Origen del mundo”, con la que inicio esta reflexión, se justifique por la radicalidad con que Courbet plantea esta cuestión del origen y final del cuerpo, ese soporte por el cual  gozamos de la vida y que mediatiza nuestra interpretación y conocimiento del mundo mientras permanecemos en él. No es otra sino  la imagen de este cuerpo sin rostro, cierta, palpable, real y sujeta a la especulación intelectiva, la que interesa a Courbet y, con ella, nos interroga: ¿Es la imagen de un cadáver que yace en la mesa de disección, así parece sugerirnos ese muslo descoyuntado; o es la amante plena y abierta para que el amor engendre la vida?. Es en este juego sutil de adivinanzas donde Courbet nos propone precisamente la paradoja que él mismo experimenta: el cuerpo es donde reside y se desarrolla nuestra inteligencia y por ella  es por la que, mientras vivimos y en tanto en cuanto experimentamos la vida, nos hacemos con una imagen del mundo que toma forma subjetiva. Así, de esta manera, el mundo existe y, por tanto, cada uno de nosotros puede hacerse con  una imagen del mundo, de su origen y su final. En ello reside el poder de la imagen, parece querer decirnos Courbet con este cuadro.

¿No es, acaso, ésta la misma e inquietante paradoja que sobre la imagen y su representación nos plantea Réne Magritte en 1929 con el cuadro“Ceci n´est pas une pipe”?.  ¿Qué otro interés podemos deducir  de la ocultación, deliberada, que de esta imagen hace Jacques  Lacan?.

Es en este sentido en el que Père Lachaise, con su simbología, se opone a la idea que emerge con el pensamiento contemporáneo que inaugura Courbet. En Père Lachaise se armoniza el deseo vehemente de trascendencia de la burguesía con la puesta en escena de la muerte. Aquí no se indaga en el origen ni en la vida misma, es la muerte en sí, su iconografía, lo que impulsa el pensamiento de su creación, es, como hemos apuntado antes, “la muerte domesticada”.

 


Arnold Böcklin. La isla de los muertos. 1880.

Pére Lachaise es un espacio donde  reina, ante todo, la calma, la poesía y el recogimiento; es la atmósfera de “La isla de los muertos” (1880) de Arnold Böcklin (Kunstmuseum. Basilea, cuadro que inicialmente su autor  titula “Un lugar tranquilo”), lo que dimana de este recinto de Pére Lachaise, donde Octave y Armance (héroes stendhalianos) errarán para siempre; es el lugar que Stendhal considera como “jardín inglés, el único verdaderamente bello que existe en París”.

Es la sensibilidad romántica lo que hace que el arte funerario de Pére Lachaise sea, sobre todo, ecléctico; se mezclan el gótico y el románico, el renacimiento y el clásico. En Pére Lachaise se define la estética de una burguesía arrogante y deseosa de igualar en prestigio a la nobleza ya extinguida por la revolución. Será el lugar simbólico, por antonomasia, de este nuevo orden, de esta  concepción del mundo y de su voluntad por permanecer y reafirmar su poder manifestándose, incluso, sobre sus últimas moradas y monumentos a la memoria de sus prohombres, ciudadanos de toda índole y condición al servicio de la revolución. Para ello se recurre al vocabulario y a la estética de la antigüedad, se encarga a los artistas sepulturas con forma de estelas funerarias, sarcófagos, columnas, urnas, ánforas, etc…, todo decorado con laureles y hojas de olivo. Es, en definitiva, la exaltación de sus héroes.

En 1844 Eugene Delacroix proclama: “Suscriptores de cualquier condición, gentes que apoyen las artes, hagamos una tumba digna a Géricault!”. Théodore Géricault (1791-1824), autor de La Balsa de la   Medusa (Museo del Louvre) había muerto en la  miseria veinte años antes.

San Petersburgo, Octubre 1917

La película épica que Einsentein realiza sobre la revolución proletaria se inicia con el plano de una escultura duramente iluminada contra un cielo oscuro, es la estatua del Zar Nicolás II, la cual Einsentein explora detalle a detalle construyendo así una imagen del poder imperial. En la escena que sigue a este dramático preámbulo de la historia que se va a narrar, una enfervorizada multitud ocupa la plaza donde la estatua se encuentra, y atando cuerdas alrededor de ella la derriban de su peana. Con este acto, Einsentein  simboliza la caída de la Dinastía Romanov yun orden puesto en cuestión.


Sergei Einsentein. Fotograma de Octubre. 1927-28

En esta primera escena, Einsentein apunta ya los dos ejes de su relato, las dos metáforas opuestas que establecerán su análisis de la historia, y el espacio en que esta sucede. La multitud y el espacio urbano por el que aquella se mueve representan al héroe de la revolución: el pueblo; mientras que su enemigo: el Zar, permanece estático y fundido en bronce, como  metáfora de la relación que se establece entre ideología y espacio formal, alegoría que Einsentein quiere establecer a través del significado de la estatuaria. En esta película, la resistencia por mantener el poder imperial se materializa en estos actores sucedáneos: las esculturas. Einsentein establece, mediante el uso de la estatuaria, una identificación de sus  particulares iconos con sus particulares puntos de vista políticos.

En otros cortes de la película, Einsentein utiliza diferentes esculturas,  imágenes de Napoleón, figuras de Cristo e incluso ídolos primitivos, para desarrollar su discurso sobre el poder. En un momento dado de la película nos muestra a unas mujeres soldados, que bajo la mirada de dos obras de Rodin, “El Beso” y “El ídolo Eterno”, defienden el Palacio de Invierno del inminente ataque bolchevique. Estas  esculturas de Rodin (en su versión de mármol), Einsentein las convierte, por su tratamiento de la imagen, en suaves masas de carne que las milicianas observan con ensimismamiento y fascinación estática. De esta manera inmortaliza un sentimiento que, obviamente, él aborrece: la nostalgia por las decadentes fantasías burguesas del amor.

El interés que Einsentein muestra por estas esculturas -y por todas en general- no es su cualidad  mimética, tampoco su capacidad para imitar a la carne. No, es el poder de encarnar ideas y actitudes lo que motiva la utilización de la estatuaria para su proyecto. Esta es  la asunción  fundamental que la escultura, y todo el arte en general, tiene para  Einsentein  como recurso narrativo.

Las Palmas de Gran Canaria, Diciembre 1999

Es una de esas tardes nítidas de diciembre en las que, admirando el espectáculo que despliega la naturaleza ante mí en el Paseo de Las Canteras, no tengo palabras para describir cuanto acontece ante mis ojos, pero sí me obliga a reflexionar en voz alta sobre este espacio privilegiado y el proyectado monumento a la memoria de Alfredo Kraus, cuyo autor, Víctor Ochoa, y el Ayuntamiento de Las Palmas han dado a conocer recientemente a la opinión pública, como he comentado al inicio de este texto.

Victor Ochoa. Maqueta escultura Homenaje a Alfredo Kraus.

Aunque no he tenido, aún, el privilegio de contemplar el asombroso instante del Rayo Verde, ese segundo mágico de brillo límpido y verde que sucede ocasionalmente en la puesta de sol, que incluso Eric Rohmer filmó aquí, en Las Canteras, cuando la atmósfera y el último segmento luminoso desaparece por el horizonte para ser cómplices,  ambos en conjunción, de ese prodigio extravagante de la naturaleza, sí que me gustaría recurrir a esta imagen para poner un final poético a esta reflexión que entra ya en sus conclusiones, sobre la escultura “Homenaje a Alfredo Kraus, de Víctor Ochoa,  su significado y su ubicación en el Paseo de Las Canteras.

Esta de más decir, que no voy a ser yo quien ponga en duda la legitimidad del homenaje que la ciudad que vio nacer a Alfredo Kraus quiere rendirle, nada más lejos en el propósito e intención de mi análisis.

Esta reflexión, que es absolutamente respetuosa para con la figura y personalidad de Alfredo Kraus, intenta  modestamente aportar claridad y elementos de juicio para que los ciudadanos, quienes son en última instancia los depositarios de su memoria, tengan herramientas de apreciación más ecuánimes que la simple y, normalmente manipulable, sensiblería a la que estamos acostumbrados.

Para un artista intervenir, hoy, en el espacio urbano le es imprescindible y fundamental imbuirse de su complejidad para que, así,  el significado de su obra se armonice en un todo con el entorno que la acoge.

Todo el planteamiento que anteriormente he expuesto sobre la estética romántica, las referencias a Pére Lachaise y aobras concretas de Courbet, Böcklin y Einsentein, son puntos de arranque para  un análisis, que pretendo riguroso, sobre esta escultura “Homenaje a Alfredo Kraus” de Víctor Ochoa.

 Como ya he comentado, Courbet utiliza en “El origen del mundo” un cuerpo anónimo para cuestionar su significado. Böcklin, sin embargo, en “La isla de los muertos” minimiza la presencia del cuerpo a una anécdota, a una simple pincelada sin importancia en la estructura del cuadro para concentrar su interés en la morfología  de la última morada que lo acogerá, el escenario de representación de la muerte.

En esta misma línea argumental, el Balzac de Rodin que también he mencionado, fue en principio concebido por su autor como una figura desnuda, pero en su versión final aparece completamente arropado por su abrigo. Es aquí donde el tratamiento de la superficie de la materia escultórica (y Einsentein así lo entiende e interpreta a través de la iluminación en su película “Octubre”), define y potencia el significado de la misma. Los brazos y las manos se adivinan bajo la tela sujetando el  abrigo  y así  el cuerpo de Balzac senos muestra como la caída, desde los hombros hasta los tobillos, de una materia flexible y dúctil. Esto hace que la figura del escritor trascienda lo efímero del cuerpo para concentrarse en el significado que Rodin quiere dar al monumento. La ausencia de brazos fuerza la  verticalidad de la figura y, así, el cuerpo se transforma en una columna, en un mero soporte para que la cabeza, donde reside el genio y la inteligencia de Balzac, sea la protagonista de este monumento: el pensamientoes  algo que existe aparte del finito cuerpo,  esto es lo que le interesa remarcar al autor de la figura de Balzac. De esta manera, con el tratamiento del espacio escultórico, Rodin logra trasmitir su idea y, así, fuerza  al espectador a reconocer la obra como el resultado de un proceso, como un acto que modela la figura en el tiempo y su significado no precede a la experiencia, sino que sucede en la experiencia misma. En ninguna otra obra de Rodin como en este monumento a Balzac el tratamiento de la superficie  de la escultura acoge tan elocuente y directamente explícito su significado. Con ella, Rodin inaugura un concepto moderno de la estatuaria.


August Rodin. Balzac. 1897

En la escultura “Homenaje a Alfredo Kraus” de Víctor Ochoa, motivo de esta reflexión, el tratamiento del cuerpo es explícitamente narrativo. Su solución compositiva y su textura, más bien parecen querer hacernos visible el proceso natural de la desintegración del cuerpo. No es sólo lo que la imagen de esta obra nos trasmite, con esas incisiones a modo de costillares que se dejan entrever bajo la fina capa de la piel, sino que, como señala en sus declaraciones; “partiendo de mi interés por el aspecto  físico del hombre, voy cubriendo la desnudez para ir dejando sólo lo esencial y que tenga más fuerza, como si la pieza saliera de la piedra o, en este caso, del bronce”, el autorquiere hacer énfasis en esta idea superficial. Esta afirmación deja evidente, a mi entender, que su intención es concentrarse en lo que para todos es sabido y finito, el cuerpo. La sola explícita referencia a la piedra, a lo terrenal, entra en contradicción con lo esencial  a loque el autor se refiere también pero no define. Lo efímero de la voz, el sonido, y en definitiva, la música, es decir, el mundo de Kraus que una vez más, paradójicamente, Víctor Ochoa remarca en otro apartado de sus declaraciones: “El mundo de Alfredo Kraus era el escenario, pero ahora su escenario es el mundo”, queda postergado a una indefinición de ese  mundo. ¿A qué mundo de Kraus nos remite el autor con estas palabras?. ¿Es la música, como hemos comentado, el mundo de Kraus o es el espacio físico y mensurable de cualquier escenario teatral a donde el escultor quiere remitirnos su figura?.


Homenaje a Alfredo Kraus. Victor Ochoa. 1999.

Este salir de la piedra que menciona Víctor Ochoa puede ser fácilmente leído, por la solución plástica que aplica al monumento, como un volver a la tierra: “polvo al polvo”. Así, lo incorpóreo y esencial de Alfredo Kraus, su espíritu y su arte quedan atrapados sin expresión, para siempre, en un cuerpo que sabemos finito y que sólo la resistencia de la materia, en este caso el bronce, hará que perdure en nuestra memoria, y esto es lo que menos nos interesa, a mi entender, de la figura de Alfredo Kraus.

Esta es una imagen de Kraus  esencialmente opuesta a lo etéreo de su cualidad, su arte. Arte por el que realmente se le debe recordar, homenajear, y rendir tributo agradecido. Es lainterpretación primaria sobre su aspecto físico y no, como hemos señalado, sobre su personalidad y cualidad lo que el autor de la escultura desarrolla en su propuesta plástica y subraya, eficientemente, en sus reflexiones: “no soy la persona que mejor conoce su música o su tierra”. Plásticamente, el proyecto de Víctor Ochoa abunda en esta idea intrascendente, a mi parecer, de lo que representa Alfredo Kraus. La ligera inclinación que aplica al cuerpo, con la mirada depositada en un punto definido del suelo, acentúa esta intención de apego a lo  material y finito que tiene el cuerpo y que, a la vista de sus comentarios, el autor quiere primar sobre otras consideraciones de la personalidad de Alfredo Kraus. También el análisis formal de esta escultura nos lleva a la misma conclusión por  la posición de los brazos, caídos y arqueados a un lado, con las manos vacías de contenido, en un gesto de resignación e impotencia para poder detener, y así parecen sugerirnos, lo que nos es evidente: cómo se escapa la vida, en este caso la de Alfredo Kraus,deentre los dedos. Esta solución formal que nos propone Víctor Ochoa en el monumento, con sus elementos compositivos y su textura, ¿no podrían incitarnos a entenderlo como una oda fúnebre, como un canto nostálgico hacia la desaparición de Kraus, su ausencia física y, no como una celebración agradecida sobre su legado?. ¿No nos evoca acaso esta escultura, con la tristeza que su resolución plástica irradia, a un recinto como Père Lachaise o a la atmósfera nostálgica de “La isla de los muertos”, más que remitirnos al diáfano, nítido y luminoso espacio de Las Canteras, donde el misterio de la vida y la creación, el escenario de Kraus, se nos presenta pleno como en “El origen del mundo” de Courbet?.

¿Es ésta realmente la esencia del recuerdo de Alfredo Kraus que sus conciudadanos desean conservar de él y el agradecimiento que merece?.


Homenaje a Alfredo Kraus. Victor Ochoa. 1999.

¿Puede haber alguien que no sea capaz de imaginar a Werther ante el espectáculo de Las Canteras, con o sin el Rayo Verde, la mirada alzada, los brazos extendidos, las yemas de sus dedos rozando la inmensidad y entonando un Do de pecho, cómplice de los sonidos del mar y del viento para gozar él, una vez más, de su mundo, de lo inmaterial de su arte, que la vida finita esta le ha arrebatado, y dejar así, en la memoria de sus paisanos la presencia de su  maestría y grandeza?.

Leopoldo Emperador. Enero 2000.

La Provincia Suplemento Cultural  Sábado 29 Enero 2000

the snake

Un poema de Leopoldo Emperador. 1983.

Like the snake

who’s lost on the desert,

I break rocks….

     Brain …

in the seventh drink.

Her breath on crystalline ideas.

Like lost noises

in a deep starry sky,

in the depth.

Even so,

I don’t want to begin to lose

your skin,

your breath

Through the looking-glass,

through the time…

Almost falling down between …

UN PASEO A MEDIADOS DE AGOSTO POR FRIEDRICHS-PLATZ.

Como cada cinco años, una vez más, se presenta ante nuestros, ya no atónitos,ojos LA DOCUMENTA DE KASSEL, abriendo, por un período más o menos corto, heridas, amores, odios, traiciones y toda una amalgama de sentimientos según le atañe a cada cual en sus intereses estéticos. Se abre pues un debate apasionada, una polémica y sobre todo, para los más ingenuos, unas líneas o modelos a seguir en los próximos cinco años, hasta una nueva edición. Así, recuérdese, en la Documenta 7 se institucionalizó el regreso a la pintura; Transvanguardia, Neo-Expresionismo.

Kassel, LA DOCUMENTA, a lo largo de su dilatado y polémico historial (38 años) ha ido ocupando los espacios, que por obsoletas, iban cediendo las famosas bienales (Venecia y Sao Paulo) en lo que estas tenían de aliciente y atractivo para la presencia del Arte más actual, y por supuesto después de la DOCUMETA 7, incluso el espacio de las ferias de arte en cuanto a espejismo y efectividad en la proyección de los artistas más jóvenes. A pesar de estas contradicciones internas, LA DOCUMENTA es ya una “institución” en marcha. Quiero decir con ello que hoy por hoy es el único evento internacional de buena convivencia entre las diferentes opciones y posiciones estéticas que el Arte Contemporáneo pueda ofrecer.

Así, en esta edición, LA DOCUMENTA ha pretendido presentar bajo el disfraz de “NEO” Conceptualismo algo mucho más sutil, problemático y evidente del momento actual que vivimos en el arte. No solo se pretendía presentar los posicionamientos estéticos sino todo aquello que envuelve al acto de crear en un mundo tan complejo como el actual.

En esta DOCUMENTA 8 el uso de la tecnología (video, computadoras, etc…) se dejaba sentir a lo largo del recorrido laberíntico del Museo Fredericianum y La Orangerie, con sus deliciosos jardines, como algo consustancial al momento presente; como un guiño de los artistas, entre pícaro y provocativo, a un presente no muy lejano. A su vez, era evidente que esta incursión del Arte por los senderos de la tecnología no iba a ser un camino sencillo, es más, salvo honrosas excepciones: Nam June Paik, Marie- Jo Lafontaine, Ingo Gunther, Klaus von Bruch, Jenny Holzer, Shigeko Kubota y Fabricio Plessi, lo demás podría pasar por meras especulaciones tecnológicas. En contraposición de lenguaje, la pintura, poco de interés ofrecía, salvo unos magníficos Anselm Kiefffer y unos exquisitos y enormes dibujos de la japonesa Mika Yoshizawa.

Kassel. Museo Fredericianum.

En el apartado de instalaciones, además de los mencionados en la modalidad de video-instalaciones, los “clásicos” contemporáneos como; Joseph Beuys, representado por su último trabajo, Guiseppe Penone, Boltansky con su habitación-archivo de la memoria y Gerhard Merz ponían el acento en estas prácticas. En escultura, el proyecto MÜNSTER PROYECKTE SKULPTURE ´87, desarrollado en la ciudad de Münster, distante a 160 kilómetros de Kassel, anulaba toda representación y comentario sobre escultura en Kassel, puesto que con toda una selección de 60 artistas, la ciudad de Münster se convirtió en un gran Museo y cita obligada para los interesados fruidores del Arte Contemporáneo. No obstante, no podríamos dejar de mencionar a Richard Serra representado en Kassel con dos magníficos trabajos entre escultura e intervención (donde están los límites?) en la arquitectura y en el tramado urbano. Y serían precisamente Serra junto a John Cage, Tadashi Kuwamata y los affiches de Les Levine, repartidos por toda la ciudad, serían decíamos, las propuestas más radicales y próximas a las intenciones del comisario de esta edición de LA DOCUMENTA, evidenciar lo que de social tiene el Arte. Así en este intento se incluyó en DOCUMENTA 8 un apartado de diseño y arquitectura museística que en líneas generales, estas disciplinas quedaban abrumadas por la presencia masiva de imágenes, más o menos amalgamadas, dislocadas, contradictorias e inútiles, pero eso es, al fin y al cabo, el Arte y Kassel, ya lo hemos dicho, es hoy por hoy el evento artístico más importante del mundo occidental.

Leopoldo Emperador. Octubre 1987.

TRAVESÍA

            En esta laberíntica incertidumbre, me sitúo en la costa africana. Y desde este litoral inicio singladura con un punto de partida en el paradigma y una derrota aún misteriosa y emblemática.
            Entre una cultura institucionalmente dependiente y una travesía en solitario, elijo ésta última por la intimidad del reducido espacio de mi esquife, por la manualidad del remo y el viento en el paño. Porque el buque a vapor, tecnológico e imponente, se ha hundido ya y su naufragio no ha sido poético como el de la Teodicea en el mar de la ensoñación, sino en el Atlántico mil veces cruzado y espeso de pensamientos hastiados.

Na-ÀNIMIS. Sala La Regenta.

UN CIUDADANO SIN CULTURA

Respuesta a Miguel Jiménez Marrero

Según el Diccionario de la Real Academia, la definición de las palabras escultura y estatua difieren notablemente en sus conceptos. Cito textualmente:

Escultura. (Del lat. sculptura ). F. Arte de modelar, tallar y esculpir en barro, piedra, madera, metal u otra materia conveniente, representando de bulto figuras de personas, animales u otros objetos de la naturaleza, o el asunto y composición que el ingenio concibe.

Estatua. (Del lat. Statua). Figura de bulto labrada a imitación del natural.

            Estas dos simples definiciones vienen al caso para contestar al artículo titulado Una ciudad sin esculturas, cuyo autor Miguel Jiménez Marrero publica en este periódico en su sección de FIRMAS del Jueves 29 de Junio de 2000 y cuyo contenido no deja de ser un absurdo catálogo de despropósitos motivado por el desconocimiento y, lo que es aún peor, por la falta de respeto. Si algo puede definir a un ciudadano de cualquier lugar hoy, y en la práctica cotidiana de la democracia, es sin duda alguna la tolerancia y el respeto hacia los modos de pensar y hacer de los demás. También, cómo no, la mesura a la hora de opinar sobre temas específicos. Sabemos de la libertad de expresión como medio de avanzar hacia una sociedad más justa y más culta, pero una cosa es declarar cuáles son los gustos personales,  y otra bien distinta es querer imponerlos desde el desconocimiento y la incultura,  y para ello no desestimar la descalificación y el insulto como única argumentación. Lamentablemente, en esta sociedad nuestra, la canaria, estamos más que acostumbrados a que sobre arte cualquier persona opine sentando cátedra,  y ya sabemos que “la ignorancia es muy atrevida”.

            En el escrito del Sr. Jiménez, la confusión de términos con su deseo particular de imaginar e imponer una estética a imagen de sus propias limitaciones, le lleva, como no puede ser de otra manera, a confundir la estatuaria con la escultura de una manera más que evidente, y no duda, para ello, en recurrir a la descalificación como único método de análisis formal y estético. Incurre en el grave error de la intransigencia.

            No es el propósito de este artículo entrar en el análisis formal que precisaría cada uno de los ejemplos que en su opinión define como “buenas o malas esculturas”.  Solamente,  y en relación con su  anecdótica referencia a la escultura de Martín Chirino, yo le recomendaría  al autor que, para empezar, hiciese un curso de ortografía, pues el título de la escultura de nuestro más internacional escultor es: Lady Harimaguada. ¡ Con H !.    

Aparte de esta anécdota que define ya de por sí acertadamente (y sin entrar en otras consideraciones) a quien escribe el mencionado artículo, en el desarrollo argumental de su texto nos revela cuál es su interés real y la inquietud intelectual que motiva al autor para atreverse en los complejos asuntos del lenguaje escultórico y de las artes en general y, de paso, salvarnos (en su cruzada particular) de la barbarie que, el autor entiende,  amenaza al buen gusto.

La base en que sustento esta respuesta, sin pretender ir más allá del derecho a réplica por lo que considero un insulto a la inteligencia humana, está en que la añoranza por la estética que conmueve al Sr. Jiménez, pertenece a un gusto ramplón que pretende suplantar  la estatuaria que el devenir de la historia del arte nos ha legado como obras maestras por las láminas a todo color de las enciclopedias de arte en oferta de los grandes almacenes, pero, en su documentado análisis prescinde de lo más elemental; el devenir del tiempo y del pensamiento humano. Para ello, y como ejemplos de su extenso conocimiento (a tener en cuenta por los ciudadanos de a pie a los que generosamente quiere educar), menciona ciudades como Florencia, París, Londres, Amsterdam, Bruselas, Viena… Yo no sé, y tampoco lo quiero poner en duda, si el autor del texto ha visitado cualquiera de las ciudades que enumera, o por lo menos, si las ha escudriñado y estudiado, o las ha disfrutado, en base a la relación que entre arte y urbanismo quiere establecer y que tanto parece interesarle. Desde luego no creo que sean las mismas ciudades que yo mismo y muchos de los que nos dedicamos al arte hemos visitado, vivido e incluso palpado, más bien parece una retahíla  turística al uso.

A lo largo de la historia del arte, la superposición de los estilos ha configurado la fisonomía de las ciudades y  los núcleos urbanos, la convivencia atemporal de las obras ha determinando el peso cultural y la influencia de las mismas en nuestra civilización. Así podemos entender la Torre Eiffel en París (que supongo no será una caricatura para el señor Jiménez Marrero).

Llegados a este punto, y a la vista de su texto, donde dice, y cito textualmente: “Las Palmas de Gran Canaria está necesitada de auténticos monumentos, de Esculturas –con mayúsculas- no de caricaturas de arte que nada representan para el ciudadano de a pie y que, además, es algo que demuestra palpablemente, la incapacidad de los escultores “favorecidos”, para moldear la figura de este o aquel personaje, y rodearle de un escenario adecuado. Aquí y ahora, solo podemos catalogar como auténticas esculturas, la de Fernando León y Castillo, la de Cristóbal Colón, la de Pérez Galdós –versión Victorio Macho- la del ex alcalde de la capital Ambrosio Hurtado de Mendoza y tal vez la de Cairasco frente al Gabinete Literario. Y pare usted de contar. Ahora hemos visto el proyecto del monumento a Kraus y tenemos que incluirlo entre las auténticas obras escultóricas. El parecido con el gran cantante, refleja la mano maestra del escultor.”

Ante estas palabras, modestamente, yo le recomendaría al Sr. Miguel Jiménez Marrero, si tiene interés en hablar (y capacidad para entender) seriamente de estos temas, que leyese el articulo que yo mismo publiqué en este periódico en el suplemento de CULTURA con fecha del Sábado 30 de Enero de 2000, y que se titulaba “Un paseo de Père Lachaise en Las Canteras”, y que son unas reflexiones personales, con conocimiento de causa, sobre una escultura que, curiosamente, el Sr. Jiménez menciona y alaba como una auténtica obra escultórica en su artículo; me refiero al monumento a Alfredo Kraus. No sólo es el parecido o la imitación del modelo lo que subyace en el valor artístico de una obra plástica, en este caso una escultura o estatua.

Así mismo, desde esta tribuna le invito, una vez se haya documentado ampliamente sobre estos asuntos, a mantener conmigo o con cualquiera de los artistas (que en su articulo airadamente desprecia), un debate sobre este tema que tanto le apasiona y que evidentemente debería discurrir con el mutuo respeto para contrastar ideas y conocimientos, pues es bien sabido de todos que “sobre gustos no hay nada escrito”, pero sobre escultura y arte existe, afortunadamente, una considerable y amplia bibliografía especializada, que está en las bibliotecas públicas a disposición de cualquier ciudadano preocupado por elevar su nivel cultural.

También le recomendaría al Sr. Jiménez que considerase la posibilidad de dirigir sus críticas, en alguno de sus lúcidos escritos, a los responsables municipales, quienes en última instancia son los que promueven y autorizan “los muertos”, “mamarrachadas” y “caricaturas de arte” que describe en su texto, pero entiendo que ello podría plantearle ciertas contradicciones ideológicas. Menos comprometido es cargar las responsabilidades sobre los artistas, al fin y al cabo estos no detentan el poder.

En este orden de cosas, rebatir punto por punto las ideas planteadas por el Sr. Jiménez en el mencionado artículo, me resultaría fácil, pero no es esa mi intención por no ser éste el medio más adecuado por la extensión y la especialización que el tema requiere. Únicamente espero que esta respuesta le sirva de ayuda  al Sr. Jiménez y le anime también, cómo no, a estudiar un poco más y a fondo la Historia del Arte por si su intención y deseo íntimo fuera iniciarse en estos menesteres de opinar públicamente sobre la creación artística.        

            Sería para mí una gran satisfacción si con esto consiguiera que hubiese un “ciudadano más con cultura”.

Trasvase a la memoria.

“ Cuando subía la marea se separaba la isleta del resto de la ciudad y, en doscientos metros, se perpetraba un cambio en el contexto geográfico. La partición de este sector de la ciudad: el puerto y Las Canteras, se significaban, entonces, en dos mundos diferentes: el del ocio y la actividad portuaria. Co ello, se había alterado el ecosistema, y el resultado devino pobre, deteriorado. La obra, una cubeta de acero contiene dos planos inclinados en los que se incrusta una piedra. Si bien, en un principio el agua del mar cubre la totalidad del contenedor, cuando el efecto de la luz solar incide sobre la superficie, la evaporación deja al descubierto la piedra y el efecto de corrosión del agua salada sobre el acero, evidencia el deterioro de la obra”.

Trasvase a la memoria. Hierro, piedra y agua del mar. 1987. Paseo de Las Canteras. Las Palmas.

texto carpeta dibujos martín chirino

Desde mi más tierna infancia, el Teatro Pérez Galdós permanece asociado a mi memoria. Cuando era aún un puber, no había año que no recibiéramos en casa, con curiosidad, aquellas entrañables fotografías, que todavía conservo, de las fiestas de fin de año que allí se celebraban. Asistía a ellas la sociedad de Las Palmas. Todavía no tenía edad para acceder al interior de nuestro coliseo, pero ya esas imágenes me transportaban a un espacio donde algo mágico sucedía. Eso intuía yo.

Más tarde, cuando empecé a tener uso de razón, aunque aún no estoy muy seguro de qué es eso, por fin accedí al interior de aquel misterio que mi imaginación había sublimado. Era la asistencia, de la mano de mi padre, a representaciones y conciertos, lo que me llevaba al Teatro Pérez Galdós, pero en el interior de este coliseo la iconografía simbolista de Néstor de la Torre, aquella voluptuosidad de las formas que se desplegaban ante mí sobrepasaban lo que yo había imaginado.

Algo empezó a estremecerse dentro de mí.

Pasados los años, a inicios de los setenta, cuando yo aún era un imberbe e ingenuo artista, conocí a Martín Chirino en sus venidas a su ciudad natal, en sus paseos por Las Canteras, al reencuentro con amigos que se quedaron, a su descubrimiento de que algo empezaba a cambiar en el mundo cultural de Las Palmas. Eran tiempos difíciles pero ilusionantes.

Recuerdo que un día le pedí que me acompañase a mi estudio a ver mis trabajos. Inmediatamente, y con la generosidad que le caracteriza y desborda, accedió sin miramientos. Después vinieron nuestras visitas al Barranco de Balos, a la Cueva Pintada, etc…, y, desde aquel día, en mi estudio de la calle Juan de Quesada, establecí con Martín Chirino una relación de amistad, de respeto y reconocimiento a su persona y su obra que hasta hoy perdura.

En esta nueva andadura del Teatro Pérez Galdós, con la renovación de su caja escénica, con la adaptación de sus infraestructuras a los modernos modos de operar y entender el espacio escénico, así como con la dignificación de su entorno urbano, es un orgullo y un lujo para esta ciudad, que la obra de Martín Chirino, representada aquí en estos dibujos preparatorios del logotipo de este nuevo Teatro, formen parte del patrimonio de todos los ciudadanos de Las Palmas y compartan, junto con la obra de Néstor, la iconografía plástica de nuestro amado coliseo para que este “Universo del bosque Atlántico” sirva también de inspiración a las nuevas generaciones.

Gracias, Martín.

Leopoldo Emperador, febrero de 2007

texto 40 aniversario la provincia

Como artista que de la libertad de expresión ha hecho su razón de ser, no puedo más que celebrar este 40 aniversario de la segunda etapa de La Provincia, como un medio de comunicación que, incluso en los momentos más difíciles de nuestra transición democrática, apostó, sin duda alguna, por consolidar nuestras libertades democráticas; las de todos los agentes sociales sin distinción alguna: la política, la empresa, los sindicatos y la sociedad civil en general y, muy en particular, la defensa y promoción de la cultura de nuestra provincia, la libertad de expresión en su aspecto más comprometido e individual, como es la creación artística, con iniciativas tan encomiables como el suplemento cultural de los jueves; tribuna desde la cual, los profesionales que la tienen a su cargo, toman el pulso a la actividad cultural, sea la plástica, la literatura, la música, el ensayo, etc…con artículos de opinión o reseñas criticas sobre los eventos culturales de interés y actualidad. Iniciativa esta que, en su momento, supuso, para La Provincia,  junto a otros rotativos nacionales, estar a la vanguardia de la prensa nacional, que empezaba a dedicar en sus planas, un espacio profesionalizado y con continuidad, un reconocimiento de que la cultura y el pensamiento son uno de los pilares esenciales de nuestra vida en convivencia y  una herramienta fundamental para el desarrollo de una sociedad más justa y libre. 

De otra parte, y en esa misma línea de preocupación por el desarrollo de las libertades democráticas, el espacio del Club Prensa Canaria, abierto a todas las iniciativas que se generan desde la sociedad civil de la ciudad de Las Palmas en el día a día, con una programación tan variada como amplio es el espectro de  la misma, no hace sino insistir y cuidar con celo, del valor más preciado que las sociedades modernas tienen, esto es; la libertad de expresión como garante de nuestro mutuo entendimiento y respeto.

Pero destacable, en mi opinión y desde mi preocupación profesional, es la programación del Club Prensa Canaria, en la actividad de su sala de exposiciones, ya que dada la carencia que esta ciudad (de casi 400.000 habitantes) tiene en la oferta de espacios expositivos abiertos no institucionales y con programación ininterrumpida, hace de este espacio una plataforma, más que digna, donde poder ver la obra de jóvenes artistas y, en ciertas ocasiones, de otros artistas con trayectorias profesionales más consolidadas.

Así pues, vayan desde aquí mis felicitaciones y mi sincero reconocimiento a La Provincia y a todos los que hacen posible, día tras día, este proyecto, tanto en su dimensión editorial como en la gestión cultural del Club de Prensa, sin distinción alguna, desde la directiva, los redactores y a todos los profesionales que intervienen en él.

                                   Leopoldo Emperador  9 de Noviembre de 2006

PROYECTO Y HUMANISMO.

Como en experiencias anteriores, la creación y posterior desarrollo urbano en torno a una infraestructura vial con las características de la circunvalación, nos demuestra que lo que actualmente está aún en proceso de ejecución nos parece un  mero cinturón de asfalto, unos nudos de distribución del tráfico y poco más. La realidad cierta es que en un futuro no muy lejano la circunvalación condicionará de tal manera la vida de la ciudad alterando la concepción que de ella actualmente tenemos que es preciso desde ya, contar con la escala humana que va a adquirir y tener en cuenta, principal y fundamentalmente, cómo se insertará el ciudadano en ella como destinatario que es en última instancia. En torno a esta vía se desarrollarán núcleos urbanos e industriales que van a hacer impacto sobre el medio ambiente y sobre la apreciación que el ciudadano va ir adquiriendo de ello a medida que se vaya desarrollando, y el hábitat circundante se irá degradando a una, digamos, “estética” puramente técnica y funcional, alejándolo una vez más de la escala sensible humana y abocando al ciudadano a un embrutecimiento estético y a una concepción utilitaria de su entorno en función de un consumismo material y de una cultura espurea, cuando menos, desarraigada del espíritu humano. No caer en los mismos errores largamente ya experimentados, es obligación de los responsables administrativos y técnicos que se verán involucrados en tales operaciones urbanísticas. Corregir estos vicios, que los intereses especulativos han generado en nuestra historia reciente, es primordial para afrontar un futuro económico que, basado en el turismo, ofrezca posibilidades de enriquecimiento social y cultural, fin este último del pensamiento humano.   

Desde mi particular opinión, y desde la disciplina artística que me atañe,  siempre que se abordan estas cuestiones que afectan a todo el colectivo ciudadano, la improvisación  es la moneda de uso común. Así podemos ver que, el mobiliario urbano de esculturas u otras intervenciones artísticas que ayudan a entender y a humanizar la ciudad, suele estar sujeto a una falta de planificación y proyecto, es decir; desde las instancias responsables hay un  olvido absoluto y sistemático de los artistas como profesionales cualificados que pueden aportar su experiencia y conocimiento con unas disciplinas que ayudarán a enriquecer y corregir la dureza de dichos proyectos en su fase de diseño y desarrollo. Actualmente, tanto en la génesis como en la ejecución de los proyectos urbanísticos, se menosprecia la utilidad social que el arte público ha demostrado tener a lo largo de la historia. Sólo al final, cuando los espacios están ya definidos únicamente en función de intereses técnicos, y cerrada la operación económica, digo; sólo en ese momento y por necesidades de otra índole, se precisa “adornar” lo ya inamovible, y paradójicamente, el adorno suele ser de por sí, cuando menos y siendo generoso, carente de interés, distanciado y ajeno al espacio que lo alberga, evidenciando la fractura existente, en la actualidad, entre desarrollo y humanismo, relación que en tiempos  no muy lejanos aportó grandes conceptos y obras que son hoy en día patrimonio y referente de la humanidad.

Como reflexión final a este apunte, es a mi juicio, la aculturización y embrutecimiento de los poderes públicos y el de los técnicos que desarrollan estos proyectos de  pretendida “modernización”, la causa última de esta degradación del hábitat urbano y por ende, de la cultura  que en él se desarrolla, violentando así sus referencias de identidad, y por tanto desarraigando las relaciones naturales del ciudadano con su inmediato entorno social y físico.  De este modo se embarga el futuro a una incierta e inquietante improvisación. 

Leopoldo Emperador. Marzo 1999  

poema para jose vicente león

Cualquier tarde de aquellas

en las oíamos música, tratábamos  de

                                   descifrar los sonidos.

Sin pensar, sin pensar…..

Ál fondo del corredor, ella, el sonido del piano,

                                   los siniestros ecos del tórculo

                                   atormentando el papel.

Me hablabas de lo poco y mucho que eramos,

yo a través de los cristales volaba lejos,

                                   allá, al trasfín de la imaginación.

Todo estaba dicho,

Carolina hablaba y reía infantilmente,

                                   sin pensar, sin precisar……

Al final, lejos, censurado, arrollado por la vida incisiva

nos dejaban arrestado.

Recuerdo – habitación – cerámica –

– 1 – 2 – 3 – libros y libros

apiñaban la estancia, todo estaba

dicho.

                                                                Leopoldo Emperador 1978