LA TRAVESÍA DE LEOPOLDO EMPERADOR

Nuria González Gili

            En esta travesía, Emperador ya ha andado, y, de vuelta, ha regresado con las manos llenas. Llenas de materia que, aunque chatarra de los astilleros, son rastros humanos condensadores de una potente carga ideológica y en cuya materia el artista descubre expresiones de humanidad. La influencia en su obra del arte africano es solo un pretexto para acercarse a aquellas culturas que todavía albergan un fuerte componente ancestral y mitológico y, al tiempo, implicarse con la problemática de las existencias que viven en las situaciones más precarias.

            Al fin y al cabo, la chatarra, en su tosquedad, propone una metáfora que se refiere a las cosas más sencillas de la existencia y, con ello, las más esenciales y sabias.

Na-ÀNINIMIS. Esculturas acero. Instalación exposición Centro de arte La Regenta.

            El placer táctil que le otorga el ejercício de seleccionar, moldear, ensamblar y, en definitiva, manipular esas piezas (algunas de ellas encontradas), es complementario al que le reporta el ejercício dialéctico en una tarde con los operarios del puerto, donde saborea el parloteo de la jerga portuaria, transcribiendo esa energía al fundir las piezas en un todo.

            Desde el punto de vista conceptual, Emperador no ha cambiado; aunque sí la forma de expresarse: sigue estando presente la lectura simbólica y la carga mítica, el cuidado de la puesta en escena atendiendo a la condición de ambientación de las piezas en el espacio y la interacción de ambos componentes.

            Así mismo, la ejecución sigue las directrices de una concepción absolutamente racional de la obra, tal como siempre ha sido en la obra del artista, alerta al equilibrio de las piezas que, en este caso, parecen robar “espacio al espacio”.

            Es ahora más que nunca cuando en él está presente la ilusión de ejercer una libertad creativa que empieza y acaba en su taller-estudio, pues posteriormente sus obligaciones se deberán al espacio expositivo.

            Emperador no quisiera olvidar lo ya sabido: que el arte es una manifestación esencial del espíritu humano, a la vez que estima la función social del mismo.

Nuria González Gili