Recibo la invitación de un viejo amigo, el escultor Leopoldo Emperador.
Inaugura en Las Palmas de Gran Canaria una nueva muestra de esculturas y obra gráfica que titula “El jardín perfumado”. No podré estar Allá, en las Islas, pero le envío mi felicitación con el afecto y la admiración de siempre. Su tarea ha sido solitaria y en lucha contra los prejuicios de la modernidad, que lo son contra la singularidad y el goce. Pareciera que la sensualidad de oriente haya acariciado el metal de sus piezas. Me hacen pensar estas obras suyas en una Venecia orientada, una Venecia de bronces iluminados por el creciente. Buen augurio para esta singladura que lleva a cabo ahora Leopoldo Emperador. Allá, es decir, las Islas, es decir, las Islas Canarias, no es que estén exentas la belleza y la sensualidad.
Subsiste en su paisaje agredido por los promotores inmobiliarios y sus cómplices políticos. Subsiste en su cultura casi secreta. Es curioso: para el turismo y la destrucción del paisaje canario, todo son ofertas y precios tirados. Para el mantenimiento e irradiación de su cultura, todo son desidias e incompetencias, muros elevados y peajes coloniales como los que tienen que pagar los artistas nada más pisar lo que unos llaman España y otros la Península: la misma dificultad.