Franck González
La imagen se desplegaba, fragmentada, huidiza, parcelada en mil miradas contenidas en marcos y cristales brillantes. Volvía una y otra vez la vista hacia atrás. Atrás, en donde ya nada quedaba. Perfiles de siluetas en movimiento. Reflejándose al andar sobre aquellos escaparates que eran para él la primera imagen del mundo. Mejor, la imagen del primer mundo realmente conocido. Allí estaba, esperando en medio de la nada que aquel cuento se hiciera realidad.
El cuento deviene, como escribiera Saramago, en la mejor imagen de la metástasis de nuestro tiempo: “Somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada”. Tras la corrupción del lenguaje y la inmediata desideologización propugnada por la Postmodernidad de letra chica, el relato se implanta entre nosotros como mero utillaje de representación en una realidad proyectada como escenografía mediática. Proscenio ya ensayado en guerras locales tan lejanas como inexistentes, tal y como Baudrillard apuntara en su clásico: “La Guerra del Golfo no ha tenido lugar”. Una realidad montada y editada a golpe de talón de unos medios de masas que han sufrido en la última década el mayor proceso de concentración de toda su historia. La “Caída del muro”, la “Crisis de los balseros”, “Kósovo” o “Etiopía” son nuevos fascículos de un libro que no incluye el problema ruandés, la situación en Timor Oriental o la cuestión saharaui. Nuestra televisión aún va más allá: Concentrados todos lo resortes del poder informativo, la arribada de pateras de subsaharianos a las islas ocupa un breve y rutinario espacio en al ámbito mediático local. No ocurre lo mismo con la llegada de inmigrantes ilegales a las costas andaluzas, noticia que ocupa un prime time a nivel nacional…Tal vez con nuestro ideológicamente desgastado Baudrillard podríamos avanzar que ninguna patera ha llegado a este territorio comunitario. Expresión por cierto que a más de un político le encantaría marcarse. Cuesta trabajo creer que la misma población que sufrió el naufragio del Valbanera, que las mismas familias que vieron salir de noche a sus hijos rumbo a La Guaira clamen ahora contra unos negros enfermos y vagos…No nos acordamos ya de los hospitales montados por los isleños en Cuba para atender a unos compatriotas que en ocasiones llegaban en condiciones terminales tras un duro y en ocasiones fatal viaje. Para esto somos gente de mundo que se regodea señalando el arcón o la cómoda que viajó y volvió de Cuba. Sin más papeles.
Papeles para una historia.
Una historia de papeles.
Papeles trabajados, manipulados y dispuestos. Papeles que distorsionan y enfrentan una nueva apariencia. Una apariencia marcada también por la ruptura. Ruptura de los cánones del mainstream. Ruptura del seguidismo, de la superposición y de la suplantación. Fractura que sólo puede alzarse desde la madurez y del convencimiento de quien ya ha estado allí. Aún arriesga quien quiebra su obra. Aquel que no se instala en su propio formato…Papeles que ya avanzara en exposiciones como “Bazaar” en el Círculo de Bellas Artes y aún antes en “Arte a la Carta” en la Galería de Nano Doreste en diciembre del año pasado. No creo sea casual el soporte.
Como tampoco la solución dérmica empleada.
Aún menos la llamada a “La Balsa de La Medusa” de Géricault.
“La Medusa” era el nombre de una fragata francesa que navegando por la costa africana, naufraga el 2 de julio de 1816. Su capitán, fiel exponente de la decadencia de la restauración monárquica, dejó caer sobre los maderos de una frágil balsa la vida de ciento cincuenta personas. Después de trece días al paíro sólo quince sobrevivirían. Y aún después de recurrir al canibalismo. El relato llegaría a los medios con tintes de atroz cuento. Cuento que tres años más tarde pintaría Gericáult y que no es otra cosa que el triunfo de la brutalidad y la irracionalidad sobre la cordura. ¿Dónde quedó la épica heroica de la muerte revolucionaria? O trayendo acá la mirada sobre nuestros propios procesos balseros o pateros: ¿qué épica resiste el cadáver desconocido?. ¿Qué de aquel capitán resta en las naves nodrizas que lanzan al mar abierto a estos espaldas mojadas a pocas millas de nuestras islas?.
Pero la nuestra es una época que asiste a la realidad desde el retiro del mando a distancia, y en este contexto el planteamiento del objeto de la pintura no puede ser más anacrónico de acuerdo con el manual de la modernidad al uso. Pintura pintura, figuración, temática ligada a la realidad, ética y estética reconciliadas en un momento y un lugar de previsible respuesta social… Hace unos días un conocido colaborador de “El País” citaba a Savater como ejemplo del intelectual de nuevo comprometido con su medio. Se felicitaba aquel del regreso de la cordura a una realidad dispersa en la voz de alguien que no emplea el medio para la perpetuación de la representación. Más cerca nuestro Nobilísimo Saramago alzaba la voz sobre los papeles y su desmedida pérdida por parte de algunos. Aún más próximo, Emperador deja caer estas inocentes hojas volanderas de pintura sobre la marea de nuestro propio naufragio. Un cuento de cuentos a la espera de unos papeles. Una terrible nada.